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Es un acto sencillo pero poco practicado en la sociedad individualista en la que vivimos: el abrazo. Este simple gesto mejora nuestra calidad de vida: sube la autoestima, baja la presión arterial y nos da una reconfortante sensación de paz.
Con el abrazo se activan todos los órganos de nuestro cuerpo: el corazón, el cerebro, los sensores de nuestra piel y nuestro sistema endocrino. Nos aporta una carga de energía extra y una sensación de paz y equilibrio inigualables.
Según el psicólogo Matt Hertenstein, “el simple acto de abrazar no se siente solo en el cuerpo”.
El abrazo reduce la segregación de cortisol, una hormona que se produce en el organismo ante situaciones estresantes. Asimismo, propicia la segregación de oxitocina, otra hormona cuya principal función es hacer que el individuo se sienta bien y cariñoso. Cuando otras personas nos tocan o abrazan se incrementan los niveles de esa hormona, conocida como la del amor, que genera bienestar en las personas. Si eres tocado, acariciado o abrazado, los receptores de la piel también se activan. Estos mandan señales al nervio vago del cerebro, responsable de reducir la presión sanguínea, según concluye un estudio, elaborado en 2010 por la Universidad de Miami, en Florida.
Este efecto químico del abrazo se relaciona con la bondad social, cuyo fin es conectar a unas personas con otras. El abrazo es un acto de cordialidad y calidez y tiene como finalidad impulsar la interacción afectiva entre los individuos.
Todos los tipos de abrazos sirven y deben ser practicados y bien recibidos: el de un amigo, el de tu pareja, de un padre o de una madre, de un hijo e, incluso el de un desconocido. Este último se llama el abrazo altruista. Una iniciativa que comenzó en 2004, en Australia, bajo el nombre de «Free Hugsy», lo puso en práctica. Fue ideada para superar las situaciones de desamparo a las que se enfrentan habitualmente los ciudadanos (crisis económica, problemas sentimentales, baja autoestima, etc.). A raíz de esta práctica los científicos comenzaron a estudiar los efectos de los abrazos en las personas, área que se denomina Abrazoterapia.
Una investigación sobre la autoestima, publicada en el Journal of Science Psychology, reveló que los abrazos también reducían de forma significativa la preocupación por morir y mejoraban la actitud ante los miedos existenciales.
Los abrazos se convierten cada vez en algo más importante y necesario según se van cumpliendo años, pero no lo son menos en los primeros años de vida. Científicos de la Universidad de Duke, en Estados Unidos, aseguran que una persona necesita recibir abrazos y caricias desde recién nacido, para evitar que sus neuronas mueran por la ausencia del contacto físico. Además, esto evitará que en el futuro padezca estrés.
Un abrazo representa apoyo, felicidad, cercanía y una forma de expresar lo que sentimos hacia los demás más allá de las palabras. El abrazo, lo podríamos definir como la terapia ideal para reducir la depresión, la soledad, la ansiedad, el estrés y una buena medicina para sanar tu cuerpo.
En resumen debes abrazar y ser abrazado porque un achuchón a tiempo incrementa tu confianza y seguridad; reduce los sentimientos negativos de enfado y apatía; favorece la felicidad y mejora tu estado de ánimo al elevar la serotonina; fortalece tu sistema inmune al aumentar la producción de glóbulos blancos; incrementa tu autoestima; relaja los músculos; libera la tensión del cuerpo al equilibrar el sistema nervioso; disminuye la presión arterial y el nivel de estrés; reduce el riesgo de padecer demencia; rejuvenece tu cuerpo al estimular el nivel de oxígeno en la sangre… ¡Todo son ventajas!
Algunos expertos aseguran que son recomendables cuatro abrazos diarios para vivir bien, ocho para mantenerse y otros, más optimistas, ponen en 12 este mínimo.
Lo que está claro es que no debemos perder ese contacto con el otro, esa relación con el otro, el acto de compartir con el otro (y además es gratis).
¿Quieres compartir conmigo? ¿Me abrazas?
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