El macho cabrío

Si te gusta comparte...Share on Facebook0Tweet about this on TwitterEmail to someone

El macho cabrío

 

FEMINOIDES

Hola!!!! Dos apuntes antes de empezar, qué os conozco. El hecho de estar aquí entre vosotras y entre vosotros también, no nos engañemos, no es fruto de la casualidad sino que ante el gentil ofrecimiento de la editora de esta revista Chic, mola un montón estar entre féminas de todo tipo y condición. Y mola porque mola y punto y además porque uno le gusta expresarse sabiendo que lo que dice, lo que argumenta y lo que expresa, al final: lo que defiende con ardor y cree a pie juntillas, le viene de la raza hispana a la que afortunadamente pertenece y de la que tanto nos quejamos y que, ¡mire usted!, es lo que hace que cada uno sea como es o la gran mayoría, digo yo. Compartir ese destino en lo universal partiendo de la idea de poner los puntos sobre las íes es un puntazo, qué quiere que les diga chicas.

Por otra parte está lo del anonimato. No es que a este macho cabrío le falte eso, ya me entienden, para ofrecerse a pecho descubierto o con la frente alta retando a su destino, como un legionario tatuado cualquiera que mira a la muerte como si ná, sino que es una tradición muy española eso de tirar la piedra y esconder la mano, aunque aquí no se trate de eso, ni mucho menos. Lo que pasa es que este machote sabe que no habla, ni dice ni se expresa por si mismo, sino que es la voz esa de tantos tíos con pelo en el pecho, simbolismo incluido, y sería de cobardes no convertirse en portavoz de esa marea que se retroalimenta de lo que aún queda, que no es mucho la verdad, del Imperio, cuando aquello de que el sol no se atrevía ni a ocultarse ante nuestra imponente presencia. ¡Qué tiempos patrios!

A lo que iba, además, para que comprueben mi poso de sabiduría, no son pocos los articulistas que firmaron toda su vida con un pseudónimo y lo hacían tela de bien, como Mariano José de Larra, que firmaba como El Pobrecito Hablador o El Fígaro. Así que porqué yo no voy a ser igual. Además, me da la gana, y punto.

Voy para lo de feminoides, que ese es mi primer tema sobre el que voy a arrojar mi argumentario patrio y varonil. Para mis entendederas es un feminoide aquel o aquella que está entre el feminismo rancio y el machismo alocado. Es como una condición de la que se nutren unos personajes que sin saberlo son feminoides, porque ni son femeninos ni son machotes, son pues, un coctel de sensaciones raras y dispersas, que ni saben dónde están ni, mucho menos, saben adónde van que, eso sí, están todo el día dando por eso y mostrándose contrario a todo.

Yo creo que son feminoides esas chicas que se despelotan cada vez que no están de acuerdo con la normativa legal vigente. No me digan que hay que mostrarse los pechos para defender el aborto o que hay que tirarse en la loma mugrienta de las aceras en cueros para protestar contra la próspera moda de la peletería mundial. Es muy feminoide en estos días simular la mala y supuesta crueldad taurina representando con muy mal gusto lo mejor de nuestra fiesta nacional también en plena calle y a la vista de todo el mundo, pero, lo que es peor, también como dios las trajo al mundo. Tanto el que representa al toro bravo como al valiente torero, a aquel que Marujita Díaz le cantaba lo mejor de sus coplas con lágrimas en los ojos y todo. Por no decir el pollo que montan, cómo no desnudos también ellos y ellas, porque tiran una cabra desde el campanario de una iglesia o liquidan a un astado a lanzazo limpio en Tordesillos. Esos ni son mujeres ni son hombres, son feminoides, se lo digo yo.

Pero es que también los tíos se despelotan para solaz de las nenas más ávidas de beber de nuestro bien conjuntado ramito musculoso y, lo siente, esos son también tipos feminoides. Por ejemplo; los bomberos o los policías que para coger pasta se exhiben para ilustrar anuarios, carteleras o vaya usted a saber. O esos deportistas que aprovechándose de sus éxitos deportivos se lucen en los anuncios y venden con su fama y sus torneadas formas.

Estamos ante gente desconcertada que como no tienen una formación como la de los años sesenta están ahora pagando los frutos y los desconciertos de las quince reformas educativas que nos hemos dado en treinta años de democracia a la carta de los políticos feminoides, pero listos para trincar, eso sí que tenemos. Y así nos va.

Porque yo, que soy un cabrito ibérico orgulloso de serlo, me sofoco un montón cuando compruebo que cada vez estamos más rodeados de gente feminoide, que es como una capa de aceite que se extiende por todos los rincones y que, aquí quería llegar, nos confunde un montón a aquellos que seguimos pensando que el Altísimo creó primero al hombre y luego de su costilla hizo una mujer, como complemento y con atributos bien distintos. Y lo peor es que luego le saliera rana la chica. Y desde entonces hasta ahora y miran que han pasado años, retándonos a un pulso. ¡Lo que hay que ver! Y bien es verdad que creó al hombre a su imagen y semejanza, y que éste correteó feliz y cantarín en el Edén hasta que comió por la tentación de Eva y, bien es verdad, que también lo hacían desnudos total. ¡A lo mejor por eso lo llamaron el paraíso!, ¿no?

Para una primera entrega ya está bien chicas chic, chicos chic y feminoides todos. Prometo volver si me dejan claro, ¡no vaya a ser que la editora de esta revista chica sea también una feminoide y no quiera nada con los de la raza caprina!

Adiós.

El macho cabrío

Si te gusta comparte...Share on Facebook0Tweet about this on TwitterEmail to someone

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *