Es un acto sencillo pero poco practicado en la sociedad individualista en la que vivimos: el abrazo. Este simple gesto mejora nuestra calidad de vida: sube la autoestima, baja la presión arterial y nos da una reconfortante sensación de paz.
Con el abrazo se activan todos los órganos de nuestro cuerpo: el corazón, el cerebro, los sensores de nuestra piel y nuestro sistema endocrino. Nos aporta una carga de energía extra y una sensación de paz y equilibrio inigualables.
Según el psicólogo Matt Hertenstein, “el simple acto de abrazar no se siente solo en el cuerpo”.