Islandia se ha convertido en el punto del iceberg de la denominada ‘liberación de pezones’. No es una frivolidad. La mujer recurre otra vez a una parte íntima de su cuerpo para hacerse valer. La lucha continúa.
¿Puede el ser humano vivir sin sexo? Evidentemente que sí. ¿Es una opción? En algunas ocasiones, seguro. Pero lo cierto es que la complejidad de una vida en la que el sexo no cumple ni siquiera una mínima presencia no deja de provocar todo tipo de estudios, de planteamientos y de comentarios, no todos ellos muy afortunados que digamos. Con todo en el paseo de la vida podemos encontrarnos con personas que manifiestan hasta con orgullo su rechazo al sexo o el tiempo que llevan sin practicarlo. Pero para otros, y no es un problema menos, se convierte en un silencio pleno de dolor, tabúes y hasta de vergüenza.
El sexo, por la influencia de la Iglesia, siempre se ha vinculado a algo oscuro y prohibido. La sociedad occidental todavía sigue hallando en el sexo un gran tabú pero este tabú mueve cantidades enormes de dinero con negocios legales y, en muchas ocasiones, ilegales.
Es necesario romper con los prejuicios y fomentar una sexualidad que beneficie la salud física (porque el sexo repercute en la salud) y emocional de las parejas. Pero para ello hay que desmitificar el sexo. Siempre escuchamos eso de que el amor es lo principal y el sexo es secundario, afirmación que es falsa. El sexo es comunicación y si hay problemas sexuales también afectan a la parcela afectiva de la pareja.
El sexo debe ir unido a las emociones, la sensualidad. En nuestra sociedad valoramos muy poco el arte amatorio y mucho el orgasmo. Habría que tomar nota de los pensamientos de los orientales que dicen que hay que disfrutar de cada caricia como si fuera la última. Por suerte, las cosas están cambiando y poco a poco se van rompiendo ciertas barreras y tópicos. Sigue leyendo
