Exámenes, Junio y la selectividad

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coyoteLos exámenes de junio y de selectividad ya están aquí. No existen los milagros, así que no queda más remedio que estudiar y mucho para que los resultados sean favorables.

Yo recuerdo, a veces con nostalgia, mi época estudiantil. En realidad no dejas de ser estudiante nunca ya que la vida te acaba poniendo a prueba en muchas situaciones de las que cuando te examinas puede que no salgas tan airosa. Eso sí, nada tienen que ver estas pruebas con las del papel y el bolígrafo.

Recuerdo los nervios previos al examen. Como la Universidad quedaba bastante lejos de casa te presentabas casi una hora antes por si surgía algún imprevisto en el trayecto. Esto puede parecer un síntoma de responsabilidad, pero al mismo tiempo es un despropósito. ¿Una hora antes? Los nervios previos se convertían en superprevios. Sobre todo cuando se te daba por hacer un repaso compulsivo y totalmente infructuoso de los apuntes.

Y es que esto de los exámenes tiene fases, como la borrachera, pero sin ser tan divertido.

La primera es la que acabo de narrar y la que viene después es la del cachondeo nervioso con los compañeros minutos antes de realizar tu entrada atemorizada al aula donde va a perpetrarse la prueba. El paredón.

Lo siguiente es el reparto de folios y los murmullos: “¿Cinco folios?” Señal de que el examen va a tener muchas preguntas y muy pocas respuestas. Y efectivamente, se produce el reparto de las hojas de preguntas y piensas: “Bueno, en algo tan pequeño no pueden caber muchas preguntas”. Hasta que le das la vuelta a la hoja y descubres las preguntas en un tamaño de letra 6.

copiar_examenEntonces empiezan los sudores, los resoplidos varios y las manos a la cabeza. Llega la fase de desconcierto, de no confianza en ti misma, del pensamiento negativo: “Con lo poco que recuerdo no voy a contestar ni a la mitad de las preguntas, no me va a dar para aprobar, tengo la mente en blanco…” Miras al compañero de al lado, por si pudieras copiar algo, pero descubres que tiene cara de tener menos idea que tú. Intento vano de copia y tampoco llevas preparada ninguna chuleta, porque ayer confiabas en ti.

Aquí llega el punto de inflexión. Pueden suceder dos cosas. Lo ideal es que te tranquilices, hagas una lectura más pausada de las preguntas y empiece a llegarte la inspiración y con ella toda la sabiduría adquirida en las últimas madrugadas de hincar los codos. Lo que no debería suceder es la famosa fase de derrumbamiento, desesperación, impotencia y espera, porque está muy feo lo de entregar el examen tras cinco minutos. Si sucede esto último esperas un tiempo prudencial, pones nombre, fecha y firma y entregas el examen sin fijar la mirada en el examinador y, como una bala, te das a la fuga del lugar del crimen.

Cuando sucede lo primero, sin embargo, nada más salir del examen llega la fase de “comparación de resultados”. Esto es inevitable ya que todo el mundo está en el pasillo hablando de la prueba, de cómo les ha salido y cotejando respuestas. Lo peor es comprobar que no hay dos personas con las mismas respuestas, o mucho peor: que todos coinciden menos tú. Entonces se produce la consulta compulsiva de los apuntes, algo que debería estar prohibido, ya que el resultado puede ser empeorar el estado de ánimo del consultante.

estudiante (1)Si no es así y has tenido éxito en la consulta, llega la mejor de todas las etapas: relajación, reposo mental, alivio, tranquilidad…

Algunos con menos suerte tendrán la fase depresiva post-traumática y querrán vivir otro tipo de fases más divertidas, ya me entendéis.

Así que, por experiencia, lo mejor es prepararse muy bien aunque eso no te salve de pasar nervios e inseguridades. Pero esas son las sensaciones que produce enfrentarse al papel y bolígrafo y créanme es más doloroso el enfrentamiento a la vida fuera de las aulas.

carmen-blue11-e1401998995764Carmen Blue

 

 

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