Sí y no, o todo lo contrario. Sí, si elevamos el rango de belleza a la suma de lo que se muestra y se esconde, el canon de lo bello que nos permite asumir una sociedad cruel que marca distancias a la hora de decirnos que es o que no es. No, si nos miramos cada mañana sin piedad en el espejo. Malo.
Lo bello es subjetivo, bien es verdad, e igual regalas un vestido que te parece bello y luego, pues no lo es. Pero la mujer no es un vestido, ni una joya, ni un bolso, ni un perfume, ni siquiera un cuerpo, aunque, para que engañarnos, las directrices de la moda, de las que pocos o pocas son capaces de sustraerse, nos dicta con medios directos y sutiles quien es guapo y quien no. Y si no se es, pues hay que acudir al libro de las esencias para intentar sacar petróleo de donde no lo hay.
El libro de los gustos permanece abierto y todos aquellos optimistas de la vida singularizan la mujer desde un punto de vista estético, lo que, por cierto, levanta ampollas y serios cabreos entre aquellas que defienden otras valores que los puramente externos. Bien es verdad que este tipo de embrollo son aplicables a ambos sexos, para que engañarnos. A estas alturas casi nadie duda de que todos queremos estar hermosos, apetecibles para el resto de la humanidad, si es posible, y ser capaces de levantar pasiones en nuestro entorno. Pero es evidente que no siempre es así, y a veces a ellos y a ellas no les cabe otra que mirarse para los adentros y olvidarse de sus cuerpos. ¿Es esto justo? No, pero es así.
¿Son todas las mujeres guapas? Pues no, para que engañarnos. En la otra cara de la moneda nos enfrentamos a la crudeza del escenario de la vida. Como silogismo está muy bien y no hay pocos que se animan a defenderlo, pero como elemento diferenciador las mujeres quieren siempre estar bellas sí o sí, aunque, por desgracia, su anatomía no de mucho más de sí.
Pero que quieres que les cuente si te sientes fea pues hay remedios, desde las mascarillas caseras que alivian tu aspecto hasta mil métodos de arreglo personal que te hacen sentir mejor. En todo caso hay que aceptarse y no dejar que la sombra de la duda se interponga entre tu espejo y tú. El éxito no va ligado al aspecto físico, por lo menos no siempre, aunque algunas si que lo utilizan con sabiduría y plasticidad para alcanzar sus objetivos. A fin de cuentas la belleza bien empleada puede ser un arma total en manos de una mujer aviesa.
Y para dar un final feliz a aquellas amigas a las que no hemos convencido del todo recurrimos al tópico, a ver si cuela: «Amiga la verdadera belleza radica en tu corazón, en los buenos sentimientos, en lo humanitario».