Y llegó diciembre y con él la Navidad. Ya sé que para muchos estas fechas no son ni por asombro sus preferidas. Parece que hoy en día está de moda decir que no te gusta la Navidad, pero en el fondo es comprensible. Se supone que la Navidad es un símbolo de paz, un momento de encuentro, un tiempo para compartir, para ser más generoso, para visitar y estar en familia, reencontrarse con amigos… Sin embargo, lo que refleja en la actualidad es una experiencia materialista: comprar, beber, comer…
La Navidad, esa fuente inagotable de estrés, tensiones y conflictos familiares, laborales y amistosos, cuando debería ser un momento más sano, entrañable y pacífico. Estas son algunas de las razones que esgrimen los anti-Navidad:
El consumismo. Para muchos la Navidad es sinónimo de compras y gastar mucho dinero y, sobre todo, tiempo. Aunque el hecho de regalar sea muy placentero, tener que pensar el qué, recorrer tiendas y guardar largas colas, no poder hacer el regalo que te gustaría porque económicamente no es tu mejor momento… Querid@s, para regalar no es necesario gastar tanto dinero, tras los pequeños detalles están las grandes personas.
La pérdida de valores de la sociedad actual lleva a muchas personas a odiar estas fechas. ¿Por qué hay que ser generoso en diciembre? ¿Qué pasa el resto de los meses? El hecho de que se organicen campañas solidarias aprovechando estas fechas de consumo navideño es muy contradictorio.
Otra cuestión son las comidas y cenas de compromiso. Cuando te das cuenta no te quedan días en el calendario para juntarte con tanta gente, como si no hubiera más momentos el resto del año. Las relaciones sociales pueden ser una gran fuente de satisfacción, pero también una potente causa de estrés. Pues para evitarlo, lo mejor es ir a las cenas o comidas que te apetezcan y rehusar las demás, no es una obligación.
Si hablamos de reuniones familiares ya es otro cantar. Éstas pueden ser motivo de conflicto, primero para decidir si en casa de tu madre o en la mía, lo cual puede suponer desde una situación incómoda hasta pasar las fiestas cada uno con su respectiva familia. Después, porque no siempre te llevas bien con todos los miembros de la familia o porque es todos los años lo mismo. Además hoy en día el modelo de familia ha cambiado, entre separaciones, hijos únicos, etc. A veces estar en familia es como estar solo aunque la mesa esté llena de gente.
En estas fechas nos sentimos especialmente sensibles y nos acordamos de los que faltan, o bien porque fallecieron o porque no pueden compartir estos momentos con nosotros. La única manera de sobrellevarlo es recordándolos sin complejos, sin esconder las lágrimas, compartiendo ese sentimiento. Y recordar en positivo, rememorando los momentos buenos, las anécdotas más divertidas de esa persona.
Estas fechas condicionan también nuestros horarios y hábitos. Cambiamos la alimentación, bebemos más, con tanto compromiso cambiamos nuestra rutina y si habíamos perdido esos quilitos de más después del verano, o abandonamos el mal vicio del tabaco, estos días son una tentación.
En definitiva, la Navidad, es cierto que supone para muchos un trabajo adicional al tener que planear comidas, cenas, compras… Sin embargo, si te organizas, pides ayuda y todo el mundo colabora, intentas ser previsor y no dejar las compras para los últimos días o sencillamente regalas buenos sentimientos, alegría, compañía, paseos, verás la Navidad de otro modo. O del mismo pero mejor llevado.
Lo que está claro es que si estás predispuesto a pasarlo mal, estresarte y protestar por todo, así sucederá.