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El síndrome de excitación sexual persistente afecta a algunas mujeres que experimentan una estimulación genital, una respuesta fisiológica similar a la excitación sexual, sin que haya ningún motivo, razón emocional o deseo consciente para ello. Pero no os creáis que lo que sienten es placer, nada más lejos de la realidad, las que lo sufren sienten angustia e incluso vergüenza. La mayoría acaba con tratamiento psiquiátrico por la intranquilidad a que les pase en público y por la incomprensión de la gente.
La excitación física provocada por este síndrome suele ser intensa y persistir durante mucho tiempo de forma continuada. Las personas que lo padecen se excitan sin desearlo y pueden llegar a tener orgasmos que duran varias horas o incluso encadenar uno tras otro hasta superar el centenar en un solo día.
El traqueteo del tren, el movimiento del coche o el vaivén del autobús, el roce de la ropa o la vibración del móvil en el bolsillo les produce una excitación sexual espontánea que les lleva a un bucle de orgasmos sin desearlo. Es una enfermedad diagnosticada a un millar de casos en el mundo, aunque seguro que hay muchos más pero por vergüenza o pudor no acuden a su especialista. Se diagnosticó por primera vez en el año 2001 por las investigadoras Sandra Leiblum y Sharon Nathan, y aunque afecta más a las mujeres, también lo sufren algunos varones. Ellas, sin embargo, representan uno de cada tres casos. Hasta el 2013 existían entre 400 y 500 casos documentados de pacientes en el mundo, pero la incidencia real, como hemos apuntado, es muchísimo mayor y cada vez son más los ginecólogos que afirman tener pacientes que presentan unos síntomas como los de esta enfermedad.
Este síndrome es todavía un gran desconocido para la comunidad científica. No se conocen las causas, pero las investigaciones apuntan a un amplio abanico de posibilidades: factores neurológicos, vasculares, hormonales o por efectos secundarios de medicamentos, como los ansiolíticos o antidepresivos. Se sospecha también que puede ser consecuencia de una irregularidad en los nervios sensoriales, tal y como indica el presidente de la Sociedad Gallega de Sexología, Manuel Varela. Se ha detectado en varios pacientes que tienen afectado el nervio pudendo, que se encuentra en la región pélvica y que inerva los genitales externos de ambos sexos, así como también los esfínteres de la vegiga urinaria y del recto. El nervio pudendo es el que envía los impulsos nerviosos a los genitales, y en algunas personas que sufren el Síndrome de excitación sexual persistente se detectó algún daño en este nervio sensorial. Su aparición también se ha relacionado con la presencia de malformaciones o tumores en la zona genital.
Cuando el orgasmo puede llegar en cualquier momento del día, deja de ser una sensación placentera. Las afectadas sufren ansiedad, angustia, no se concentra en las tareas cotidianas por temor a excitarse fuera de lugar y no poder controlarlo. A esto hay que unir la falta de comprensión del resto de las personas, que no son empáticas y creen que quienes lo padecen son personas adictas al sexo o con alguna disfunción sexual. Tal es la impotencia que padecen ante este descontrol que muchos de los afectados por este síndrome rehúyen las relaciones sexuales con su pareja.
La mayoría de pacientes termina visitando a un psiquiatra para que le ayude a sobrellevar los síntomas y acaban tomando ansiolíticos porque llegan a sufrir depresión.
Francisca Molero, vicepresidenta de la Federación Española de Asociaciones de Sexología y autora de la ponencia “El Síndrome de la Excitación Sexual Persistente o Trastorno de la Excitación Genital Persistente” aclara que el Síndrome de la Excitación Sexual Persistente no tiene nada que ver con la hipersexualidad o el aumento extremo de la líbido, ni tampoco con la multiorgasmia.
Se trata de una de las disfunciones sexuales más severas, debido a que es debilitante e incapacitante.
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