Qué difícil el poliamor…

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poliamor quechic¿Qué es el poliamor? Según María Pérez Conchillo, presidenta de la Academia Española de Sexología y Medicina Sexual, “son relaciones consensuadas abiertas, en las que se entiende que se pueden querer y mantener relaciones emocionales, íntimas o sexuales, de forma duradera, con más de una persona y no tienen por qué ser necesariamente sexuales”.

En el siguiente artículo, Nancy Prada nos ofrece una visión personal del concepto poliamor, desde su propia experiencia, desde sus propios errores y aciertos por intentar reafirmarse en su creencia de que se puede amar a mas de una persona a la vez.

Qué difícil el poliamor…

Como bien saben quienes me siguen desde «El Sexo de Sofía», me declaro poliamorosa desde hace varios años. Eso significa -dicho muy escuetamente- que creo en la posibilidad de amar a más de una persona a la vez y en que esos amores múltiples pueden vivirse sin engaños. Llevo un buen tiempo inventando maneras de traer esos principios a mi vida, y quiero insistir hoy en que no me ha resultado nada fácil.

Como hablo tanto del asunto, y como creo tanto en este camino, la gente suele decirme: “Para ti será sencillo, pero yo no puedo”. Y se cierra la conversación. Eso sucede cuando los argumentos a favor de la monogamia son insostenibles (lo cual pasa tarde o temprano) y ya no queda más que alegar una característica personal y desacreditar todo mi esfuerzo (y el del resto de gente que lo intenta): “Suena muy bien, pero no soy capaz… para ti en cambio parece tan fácil…”

Como con tantas otras cosas, aquí pensar que es posible es lo primero. Sin eso, no hay caso. Con el bloqueo mental de “no soy capaz” construimos nuestros propios muros. Ahora bien, aunque tumbar esa barrera es absolutamente necesario, no resulta en ningún caso suficiente. No basta con decir “puedo” para embarcarse sin dificultades en una aventura poliamorosa. Queda un largo camino por recorrer entre el pensar y el hacer. Un camino complejo que implica desaprender un montón de hábitos sobre el “amor”, que lo ligan a la propiedad y la exclusividad y que están impregnados en todos los rincones de nuestra cultura, para aprender hábitos nuevos, de amores libres y múltiples, que no están escritos en ninguna parte.

Entonces, más que aprender, hay que inventar. Y el camino de quien inventa no es otro que el del “ensayo y el error”.

He cometido muchos errores inventado el poliamor. Lo he intentado con gente que no lo creía posible y me he puesto -infructuosamente- a convencerles; o con gente que decía querer pero en el fondo no estaba dispuesta a apostarle a la verdad, y arrastraba engaños que al final nos herían. Pero no es sólo que me enamorara de la persona equivocada; los más de mis errores en este camino han dependido solamente de mí. A veces he caído en tentación de compararme con los otros amores de quien amo y mis inseguridades me han jugado malas pasadas, convirtiendo a esas otras personas en una representación de lo que creo que me falta. Otras veces he forzado relaciones sólo porque mi pareja tiene alguna, terminando embarcada en “amores” ficticios. Personas que realmente apreciaba han resultado heridas, porque no supe decirles a tiempo que lo nuestro tenía límites, que ya veía que no era ni iba a convertirse en un “amor con todos los juguetes”: la frontera entre “amor” y “amistad con sexo” me resulta en ocasiones muy confusa.

También he tenido aciertos, inventos que han salido bien en relaciones que luego terminan, porque así son las relaciones: tienen un comienzo y un final, y que se acaben no significa necesariamente que hayan estado mal mientras duraron. Cuento entre los aciertos muchas experiencias grupales y con otras parejas, con quienes ha sido posible construir afectos y placeres. Ha sido un acierto comenzar relaciones haciendo explícito mi rechazo a la monogamia: nos ha ahorrado muchas falsas expectativas. Ha salido bien -cuando he tenido una pareja estable y he querido comenzar cosas nuevas- avanzar de a pocos, comenzando por escenarios más sencillos que se van complejizando: primero una noche de besos en una fiesta, luego sales a comer con alguien y tienes una noche de pasión, más adelante relaciones con otros grados de intensidad… con las necesarias conversaciones, largas y deliciosas, entre cada paso.

Finalmente hay situaciones que sigo sin saber cómo sortear. Por ejemplo, no sé cómo evitar sentirme responsable de las emociones ajenas: me planto desde el poliamor desde el comienzo, pero cada quien se hace las ilusiones que quiere hacerse, a veces distantes de lo realmente posible, y eso cuesta luego desilusiones, que me dejan con un sinsabor: ¿habría podido evitarlas? Pero otras veces soy yo la que se hace ilusiones que desbordan las posibilidades y enfrentada a la realidad no sé qué hacer. ¿Cómo se mantiene creciente otra relación mientras vives con alguien que amas? Tal vez en este caso son inevitables las jerarquías. Tal vez la convivencia implica que sea compartida por todas las personas implicadas; tal vez el poliamor horizontal (sin que existan relaciones “más importantes”) sólo es posible si no se comparte el espacio; tal vez el modelo que mejor funcione cuando hay convivencia con alguien y no se quiere dejarla sea el de relaciones breves, o prolongadas en el tiempo pero que sólo esporádicamente se encuentran. No creo que nada de esto sea irresoluble, sólo creo que yo no he encontrado todavía el modo.

Que no me digan entonces que “para ti es muy fácil”. Porque no lo es en absoluto. Lo que sucede es que me esfuerzo mucho para parecerme a quien quiero ser. El poliamor no es nada sencillo, y a mí también me cuesta, pero entre todos los caminos posibles del amor, me sigue resultando sin duda el más interesante, el más intenso, el más amor.

Nancy Prada. Especialista en Estudios Culturales. Magíster en Estudios de Género. Actualmente es docente e investigadora de la Escuela de Estudios de Género de la Universidad Nacional de Colombia

npradapr@gmail.com @nansinverguenza

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