Las mujeres y lo que piensan mientras cogen

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amor quechicFelipe Arcano, un bloguero dispuesto a descifrar «el misterio que encierran las mujeres», nos hace una divertida reflexión sobre lo que piensan las mujeres cuando «cogen».

«Con cada mujer que conozco se me presenta un misterio por descubrir. Fascinado por lo que dicen y anhelan, confundido por lo que persiguen, en sus encantos, que me provocan, en sus contradicciones, que me enredan, trato de encontrar sus razones»

Las mujeres y lo que piensan mientras cogen…

Hace poco más de un año llegué a la casa de mi mamá a hacerle visita, ella había estado en el hospital y fui a ver como seguía y si necesitaba algo. Cuando llegué, la estaban visitando también como diez amigas. Estaban pasando delicioso, habían llevado frutas, pasteles y sándwiches y mi mamá les ofrecía café, vino y whisky. Sí, mi mamá que había estado “lo más enferma” ahora andaba dichosa echando cuentos con sus amigas.

Entre sorprendido y aliviado me senté a oírles los cuentos mientras ellas me servían de todo lo que habían llevado;  “estaba muy flaco y tenía que comer”. Mi mamá que no la caracteriza la prudencia aprovechó y les dijo, ¿Si saben en lo que anda ahora Felipe?… ¡LE DIO DIZQUE POR ESCRIBIR UN BLOG SOBRE MUJERES!”. Entre que creo que ninguna de ellas sabía qué era un blogg y que ninguna entendía por qué carajos iba yo a escribir sobre mujeres, todas pusieron los ojos en blanco.

En serio, se quedaron quietas como si alguien hubiera gritado ¡STOP! Vasos, copas, pocillos y platos quedaron todos como suspendidos en el tiempo; no se miraban entre ellas siquiera; se oían solo los proverbiales “grillos”. Pero mi mamá, quien nunca ha desaprovechado la oportunidad para hacerme pasar una pena, con una sonrisa socarrona insistió: “A ver, ¿no que escribes de mujeres? Aprovecha que aquí tienes diez a ver qué tan cierto es lo que escribes”…

Y así sin más volví a tener ocho años. En serio, a los treintinueve, mi mamá con ese par de frases volvió a hacerme pasar al frente de la visita a declamar, cantar, bailar o pararme en la cabeza, como hacía cuando tenía yo ocho años (qué no vayan a creer que es en chiste, NO, es en serio me paré en la cabeza para la vista cuando tenía ocho años). Y es que, ¿de qué iba yo a hablarle a un poco de mujeres todas mayores de setenta? Igual, como me pasaba cuando era niño, me quedé sin escapatoria.

Empecé por lo que es un blogg, seguí contándoles cómo y por qué se me ocurrió la idea, después con el nombre y el concepto y ya en confianza les empecé a hablar de los temas sobre los que había escrito. Mientras les volvían los colores a la cara y mi mamá hinchaba el pecho de orgullo, se voltea una de ellas y toda emocionada pero con tono de indignada dice “¿¡QUÉ NOS PASA A LAS MUJERES CARAJO!?”

Siguió, “es verdad que nuestros papás nos dañaron la cabeza y nosotras las de nuestras hijas” y no paraba, “ojalá y no nos hayan hecho caso”, ni para tomar aire, “es más, no entiendo a las mujeres que se dejan maltratar, ¿es qué no tienen amor propio?”, “¿y qué me dicen de todas esas pendejadas que se hacen que dizque para verse bonitas?”, “que verse bonitas es lo justo, pero ¿hacerse todo lo que se hacen?”, y así fueron todas involucrándose con la conversación; hasta que llegaron al tema de los hombres.

Decían que a todas las habían “enseñado a ser unas inútiles”, que “a cuidar el marido y ser unas mantenidas”, “qué tristeza” porque todas ellas se habían “llevado un chasco” y todas en algún momento de sus vidas les había tocado ser una persona que “nadie les había enseñado a ser”, que no era “culpa de nadie distinto a las mujeres”, por “dejarse joder”, porque “todas pensamos igual” pero a ninguna le había servido “pensar así”, y así… Y mientras tanto me servían más comida y se servían ellas más café, más vino y más whisky.

De repente, una que siempre se ha caracterizado por ser la que menos habla de todas y que no había participado mucho, aprovechando un silencio dice: “yo creo que lo que más nos daña a las mujeres es vivir pensando todo el tiempo, es que no paramos de pensar, ni para hacer el amor”; sí, dijo “hacer el amor”… El silencio volvió a reinar, todas se quedaron mirándola, vasos, copas, pocillos y platos todos como suspendidos en el tiempo; no se miraban entre ellas siquiera; se oían solo los proverbiales “grillos”… Y yo queriendo “pagar escondedero a peso”…

Pero no paró ahí, aprovechando que nadie hablaba, ella remató diciendo, “en serio, estamos tan jodidas que ni cuando hacemos el amor paramos de pensar, tan jodidas que en vez de disfrutar nos ponemos a pensar a ver cómo NO disfrutamos”. Todas se rieron, pero para mí ya era hora de irme. Y es que una cosa es ser el payaso de la fiesta, declamar, cantar, bailar o pararme en la cabeza y otra muy distinta ponerme a hablar de sexo con mujeres todas mayores de setenta, peor aún, con mi mamá…

Esto es algo sobre lo que había querido escribir desde entonces, pero no se me había ocurrido cómo. Seguí sí preguntado acerca del tema, tomado notas, comparando notas, averiguado…

Y entre lo que descubrí ese día, lo que ya sabía, y lo que he venido entendiendo desde entonces, se me revelo que mientras cogen, las mujeres no solo piensan  en cómo NO disfrutar cuando están cogiendo. Piensan también en lo que tienen pendiente por hacer, lo que necesitan para la reunión del otro día en el trabajo, lo que falta por comprar en el supermercado para el almuerzo del domingo, el vestido que se quieren comprar, el anillo que sueñan tener, la matrícula del colegio de los niños… Piensan también en si van a quedar embarazadas, en sus cuerpos, en si tienen los senos o la cola caídos, en si nos dimos cuenta que tienen estrías o celulitis, en si las favorece la luz, en que mejor hubieran puesto velas, en si las estamos despelucando, en que les va a tocar salir con esa ropa a la calle al día siguiente, en la hora a la que se tienen que levantar para alcanzar a peinarse y cambiarse de ropa para ir a la oficina, no vayan a pasar una pena… También en la actuación que están montando, en si el que se están cogiendo se va enamorar de ellas, en que mejor no se enamore, en, y esta sí que es bien loca, si se lo están cogiendo mejor de lo que se lo habría cogido la ex o cualquiera otra,  y NO para disfrutar ellas sino para que ojalá y ese al que se están cogiendo no quiera después de semejante faena cogerse a ninguna otra. Y así, hasta el infinito…

Descubrí también que no solo las de setenta piensan (o pensaban, no sé…) en esas pendejadas mientras cogen (o cogían, es que no sé tampoco…). Lo piensan también las de sesenta, cincuenta, cuarenta, treinta y veinte. Y no es que haya algo malo en pensar en todo lo que piensan, pero ¿mientras cogen? Seguro todas, sino casi todas las mujeres, han disfrutado de una buena cogida aun pensando en todo lo que piensan. Pero lo que de verdad descubrí es que sin importar la edad todas las  mujeres del mundo tienen clarito que por andar pensando tanta pendejada están disfrutando poco, o en todo caso menos de lo que podrían estar disfrutando si pensaran menos.

Porque las mujeres tienen clarito que si pensaran menos podrían disfrutar más, es que me pregunto ¿por qué piensan tanta pendejada las mujeres mientras cogen? ¿Qué les pasa?

Felipe Arcano, quelespasa.com

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