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La séptima ley escolar de la democracia, la LOMCE, la ley Wert, me ha venido a la cabeza ahora que se terminó el curso. Una ley que incluye reválidas al final de secundaria y bachillerato, itinerarios en la ESO y una nueva y polémica configuración de las asignaturas, sin olvidarnos de un ministro al que el tiempo le apremia y quiere implantarla si o si el próximo curso. Desde mi punto de vista, vamos a peor.
Recientemente visitaba A Coruña el profesor y pedagogo Javier Bahón, experto en inteligencias múltiples, para participar en las Xornadas de Atención á Diversidade (Jornadas de Atención a la Diversidad). Desde hace años se dedica a formar a profesores en la potenciación de dichas habilidades que cada uno de nosotros tiene desarrolladas en diferente grado. De esto el señor Wert no debe tener conocimiento.
Bahón pone en práctica la Teoría de las inteligencias múltiples, un modelo propuesto en un libro de 1983, con el mismo título, por Howard Gardner (Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales2011) en el que la inteligenciano es vista como algo unitario y general sino que se trata de inteligencias diversas, distintas y semi-independientes, es decir, amplía el campo de la inteligencia. Para Gardner la inteligencia es la “capacidad mental de resolver problemas y elaborar productos que sean valiosos en una o más culturas”.
Bahón, al igual que Gardner, es de la opinión de que la brillantez académica no lo es todo en la vida, un buen expediente académico no te asegura el triunfo. La inteligencia es una habilidad, no es algo innato, sino que se aprende. Cada persona tiene desarrollada una o varias inteligencias. Howard Gardner distingue 8 tipos: la inteligencia lingüístico-verbal, la lógica-matemática, la espacial, la musical, la corporal-cinestésica, la intrapersonal, la interpersonal y la naturalista.
Las personas aprenden, representan y utilizan el saber de muchos y diferentes modos. Estas diferencias desafían al sistema educativo y también a esta nueva reforma de ley, que supone que todo el mundo puede aprender las mismas materias del mismo modo y que basta con una medida uniforme y universal para poner a prueba el aprendizaje de los alumnos. Esto conlleva a crear supuestas jerarquías, cuando cada persona tiene un tipo de combinación de las ocho inteligencias distinto.
El propósito de la escuela debe ser desarrollar todas las inteligencias y ayudar a las personas a alcanzar metas que sean apropiadas para su inteligencia (la que tengan más desarrollada). Así serán más comprometidas y competentes con todo lo que se propongan.
Javier Bahón explica en sus conferencias el error al suponer que el cociente intelectual es un sistema de medición correcto. Es falso que un alumno con un CI de 65 no vaya a hacer nada de su vida, porque se escapan muchas competencias que puede tener; ni un CI de 100 significa que un estudiante sea del montón. Para el pedagogo, todos tenemos fortalezas (inteligencias más desarrolladas) y debilidades (las menos desarrolladas). Las fortalezas las tenemos que fomentar para que no decaigan, pero sobre todo hay que potenciar las debilidades para que mejoren.
Por otra parte, Bahón considera que la capacidad de concentración es fundamental, pero no es algo que nace con el ser humano. Esa función se desarrolla en la zona prefrontal del cerebro, situado tras la frente y es la última que madura en el ser humano (aproximadamente a los treinta años). Por tanto, pedirle a un alumno de ocho años que esté concentrado es una paradoja neurocientífica.
Para conseguir que un alumno atienda la propuesta didáctica debe tener un significado real, hay que explicar su aplicación con ejemplos de la vida cotidiana. También es importante que el alumno se conozca a sí mismo, que piense en cómo piensa. Las propuestas de Javier Bahón a los profesores para conseguir que sus alumnos se concentren son muy variadas a la vez que originales. Una de ellas es el Body Percussion, que consiste en hacer ruidos con el cuerpo, lo cual exige una concentración enorme; la práctica de tai-chi o cualquier tipo de ejercicio físico la primera hora de clase, porque el deporte por la mañana aporta más energía para afrontar el resto del día y a nuestro cerebro le va mejor que las matemáticas. Otro de los métodos que propone es poner a los niños a hacer figuras con brazos y piernas, creando bóvedas de crucería, arcos de medio punto, etc. Aprender jugando y motivando. Para Bahón, y comparto su opinión, la misión de un profesor es emocionar a los alumnos con su área, enseñar a partir de tres bases: pensar, colaborar y comunicar. También es cierto que no todos los maestros o profesores están preparados para enseñar, a pesar de que tengan unos expedientes buenos y unas inmejorables calificaciones en sus Licenciaturas. Al profesor le marca el modo en el que ha aprendido, o más bien, en el que le han enseñado. Por ello es importante empezar por mejorar la formación de maestros y profesores.
En el sistema educativo no debería ser necesaria una gran cantidad de contenido, sino la calidad del mismo, ya que el exceso no es aprendizaje, es olvido. Hay que centrarse en lo básico y profundizar en ello para adquirir una cultura general. Además, para el profesor y pedagogo los exámenes son trampas que solo empeoran el sistema y las reválidas que se proponen en la LOMCE serán buen ejemplo de ello. Tiempo al tiempo.
Javier Bahón en su visión educativa refleja todos los roles que ha ido ocupando: como alumno, profesor de aula, terapeuta, director, auditor, asesor de profesores, coach y padre. Quizá esto es lo que le falla a muchos de los que pretenden hacer una reforma educativa que nos lleva al pasado en lugar de hacerse eco de las nuevas investigaciones y estudios que proponen alternativas más razonables.
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