PIROPOS

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“Tú no pisas, acaricias el suelo” ¿Piropo, galantería o comentario soez y machista?

Hace tiempo iba con prisa por la calle y alguien me dijo eso. No puedo decir que me haya parecido desagradable en su momento, como sí me pareció mal en otra ocasión que me gritaran y silbaran a lo lejos eso de “morena, te lo comía todo y no le dejaba al perro ni los huesos”.

El piropo está de moda en España. Algo que nos parece anacrónico y desfasado (además de que con la crisis no hay prácticamente andamios) vuelve a la actualidad de manos de la presidenta del Observatorio de Violencia Doméstica y de Género, Ángeles Carmona, que ha señalado hace unos días que, “aunque tradicionalmente el piropo ha sido una actitud permitida y asumida como algo normal en la sociedad, lo cierto es que es una auténtica invasión en la intimidad de la mujer, que hay que erradicar”.

La palabra piropo viene del griego “pyropus” que significa “fuego rojo”. Ya aparecía en el libro del “Cantar de los Cantares”, en la época de los trovadores, en la Edad Moderna y continuó en el siglo XIX. Sin embargo, en la segunda mitad del S. XX empezó a estropearse la elegancia del mismo para acabar convirtiéndose en expresiones groseras, soeces, en definitiva maleducadas, molestas y desagradables, que en muchos casos hieren la intimidad de la mujer.

Lo que pretende Carmona, no es nada nuevo, se lleva a cabo desde hace tiempo en otros puntos de la geografía mundial. En Argentina corría el año 1906, cuando el jefe de policía Ramón Falcón publicó una ordenanza que impedía que nadie fuera molestado ni provocado con ademanes o palabras que infirieran ofensas al pudor. La finalidad de esta ordenanza era proteger a las señoras y niñas de los que “les eyaculen palabras al oído”, como escribió el poeta Oliverio Girondo. El acoso verbal ya molestaba a principios del siglo XX. La guionista argentina Malena Pichot en su videoblog, que cuenta con más de un millón de reproducciones, hace una parodia con esas expresiones lascivas para poner de manifiesto su carácter machista.

El Ayuntamiento de Bruselas comenzó a aplicar sanciones a aquellos que insultaran  a otras personas en la vía pública con el fin de luchar contra la impunidad de las agresiones verbales en la calle. Todo ello a raíz de la difusión del documental “Femme de la rue”, donde se recoge el testimonio real de una joven que grabó con su cámara durante meses los “piropos” sexistas que le dirigían los hombres en la calle. Esto hizo reaccionar a la ministra del Interior belga, Joelle Milquet, que pidió «tolerancia cero» contra el sexismo.

Por su parte, en España, la activista feminista Alicia Murillo se sumó a la denuncia con un proyecto contra el acoso machista callejero que bautizó como “El cazador cazado”. “El acoso callejero, el mal llamado piropo, no es un halago, es otra forma que tiene el patriarcado de hacer ver que el cuerpo de las mujeres es un espacio comunitario que se puede tocar, maltratar y sobre el que se puede opinar libremente”, afirma Murillo.

Otras mujeres también han decidido utilizar las redes sociales para denunciar. Hace un par de años surgió Hollaback! en Estados Unidos, una plataforma contra esta forma de violencia sexual que anima a las piropeadas a responder, ya que como señala Antonio Fábregas, catedrático de Lengua Española de la Universidad de Tromsø (Noruega), los piropos se dicen sin esperar ninguna respuesta por parte de sus receptoras, no existe interacción, lo cual lo convierte en una acción más injusta.

Esa iniciativa se extendió por países como India, Argentina, Sudáfrica o Turquía. En México, las activistas de ¡Atrévete!  han creado una aplicación para Iphone y Android para denunciar instantáneamente situaciones desagradables y twitter también está repleto de mensajes que claman respeto.

Por otra parte, un estudio publicado por Ausonia en 2008, sobre el uso del piropo en nuestra sociedad actual, concluye que siete de cada diez encuestadas reconocen que los piropos subidos de tono les desagradan.

topicY no solo los colectivos de mujeres se han hecho eco de lo que supone esta práctica, ellos también han intervenido. Hermógenes Domingo, coordinador de Grupo Prometeo, un colectivo de hombres por la igualdad señala que “hay que trabajar en la educación y concienciación en igualdad con toda la población pero, sobre todo,  con los hombres”. Por su parte, Luis Bonino, psicoterapeuta y director del Centro de Estudios de la Condición Masculina, dice que «los micromachismos no suponen intencionalidad ni mala voluntad, sino que son dispositivos mentales y corporales automatizados». En definitiva, muchos de los expertos en políticas de igualdad coinciden al pensar que este hábito desaparecerá debido al aumento de igualdad entre hombres y mujeres (igualdad que daría para abrir otro debate).

Pero, ¿dónde está la línea que separa lo que es piropo y lo que puede ser acoso verbal? No se puede pensar que por el hecho de ser mujeres se nos puede decir lo que sea por la calle y eso nos tiene que agradar. No somos objetos de decoración, ni adornos de la vida social, aunque se nos haya considerado así siglos atrás. Las mujeres no nos definimos a partir de la mirada de un hombre. Sí nos gusta gustar y nos arreglamos para nosotras mismas pero también para presumir ante los demás, como lo hacen ellos.

Lo que ocurre es que la mujer está siendo peor valorada en la sociedad actual y es contemplada como objeto de deseo por una buena parte de los hombres. La Real Academia define el piropo como lisonja, requiebro. Lo que sucede es que los regalitos que nos vocean son, la mayoría de las veces, de muy mal gusto. En realidad el problema, desde mi punto de vista, está en el lenguaje que se utiliza. Con el piropo se agudiza el ingenio y se enriquece el lenguaje creando metáforas, siempre y cuando se trate de expresiones agradables (véase la diferencia en los ejemplos del comienzo de este artículo).

Por eso, no se entiende que un piropo dicho con gracia y educación en un contexto determinado sea causa de multa o delito. Lo que no nos gusta a las mujeres son los piropos de “andamio”, los que nos profieren compañeros de trabajo, de estudios, el babas de turno en la discoteca o el bar y, en general, los que hieren nuestra intimidad y nos hacer sentir como meros objetos sexuales. Me reitero en que lo que hace falta hoy en día son buenos modales y educación, sobre todo en lo referente al lenguaje. Para ello debemos empezar en casa, con nuestros hijos, en las escuelas y también en los medios de comunicación.

 P.D.: Si vuelvo a pasar apurada por la calle, regálame el oído.

carmen-blue11-e1401998995764Carmen Blue

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