Lady Sniper: retrato de una francotiradora

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¿Quien dijo aquello que la mujer no tiene puntería? Les presentamos a Lyudmila Pavlichenko, más conocida como Lady Sniper, una joven francotiradora que ella sola envió al otro mundo a más de 300 nazis en tan solo un año. Una heroína para muchos que, en tierra de hombres, luchó como la primera en las batallas de Odessa y en Sebastopol .

Nacida en Ucrania en 1916, Pavlichenko fue a la Universidad de Kiev y realizó su tesis con éxito sobre el atamán Bohdán Jmelnytsky. Quien le diría a esta chica, que de forma amateur practicaba en sus años de estudiante en un club de tiro, llegaría a convertirse unos años después en una de las señas y símbolos del Ejército Rojo.

Armada con un rifle Mosin-Nagant soviético, y a pesar de que los reclutadores querían enrolarla como enfermera, ‘Lady Sniper’ terminó haciendo lo que quería, formar parte de la 25º División de Infantería. De universitaria a la mejor francotiradora del Ejército rojo con una puntería envidiable: 187 oficiales y soldados alemanes abatidos en sus dos primeros servicios en Odessa.
La primera vez que pisó el campo de batalla se quedó helada. Vio cómo su compañero moría de un tiro al momento. En ese justo instante, se dio cuenta de que era ella o ellos. Sus ideales contra el fascismo. La vida contra la muerte. Acababa de empezar la leyenda.

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«No hay lugar para los cobardes en la guerra», y ella era una mujer valiente a la que nunca le tembló la mano apretando el gatillo. Más de 300 nazis caídos por su rifle.
En 1942, retirada del combate por resultar herida por fuego de mortero, ‘Lady Sniper’, cómo ya la conocía todo el mundo y con el buen hacer de la propaganda soviética, se convirtió en la heroína que empezaría a viajar por todo el mundo. Fue la primera ciudadana soviética en ser recibida por el presidente de EEUU, y recorrió parte del país y de Canadá dando conferencias, apoyada por la mujer del presidente Roosevelt, Eleanor.
Pero los nazis no fueron sus únicos enemigos. Miss Pavlichenko, siempre lucía orgullosa su uniforme verde del ejército, y la prensa, en numerosas ocasiones, hablaba de ella por ser mujer, de su apariencia y de «lo poco que cuidaba su imagen». Ella no se quedaba callada, en más de una ocasión dio la cara, contando su experiencia como mujer en un mundo de hombres, y les reprendía sin reparo diciéndoles que ella había matado más de 300 invasores fascistas.
Mujer, decidida, valiente, heroína. Condecorada en 1943 con la Estrella de Oro de Héroe de la Unión Soviética, se decidió a acabar su formación y se convirtió en historiadora.
Ella nunca lo dudó: los nazis no merecían una muerte fácil. Una mujer combatiente rodeada de hombres en una época nada fácil, superviviente de la Segunda Guerra Mundial. Una de las 500 mujeres francotiradoras ejemplares anónimas de las 2000 que se alistaron del Ejército Rojo que vivieron para contarlo.

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