LA HUÉRFANA DE GUERRA QUE LOGRÓ SER BAILARINA

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Michaela DePrince se sintió atraída por el ballet desde que vio la foto de una bailarina en una revista abandonada. Su historia podría servir para el guion de una película. Michaela es hoy una bailarina estadounidense, aunque nació en Sierra Leona en 1995. Sus padres le pusieron el nombre de Mabinty. Desgraciadamente ellos  fallecieron durante la guerra civil, un conflicto que duró 11 años, desde 1991 y que  terminó oficialmente en 2002, en el  que se estima que murieron más de 50.000 personas. Una guerra que se caracterizó por las atrocidades cometidas contra la población civil, entre ellas, la mutilación de mujeres embarazadas a las que los soldados les abrían el vientre para ver de qué sexo era el feto. Si era niño las dejaban pero si era mujer les cortaban brazos y piernas.

Tras la muerte de sus padres, Michaela fue enviada a un orfanato. Allí  sufrió desnutrición y violencia, además de ser ninguneada debido a que  padece vitiligo, una condición que se manifiesta con falta de pigmentación en partes de la piel (pensaban que era una prueba de que un espíritu maligno vivía en el cuerpo de la niña).

En ese orfanato las niñas eran simples números. El número 1 era la favorita y el último la vilipendiada(Micaela  era la última).  Mariel, niña número uno, Mia, niña número 26,  y Michaela fueron adoptadas por Elaine and Charles DePrince un matrimonio de  Nueva Jersey (tienen otros seis hijos, cuatro de ellos también son adoptados). Gracias a su familia adoptiva en Estados Unidos quien siempre la animó y apoyó en su deseo de dedicarse a la danza, consiguió cumplir su sueño. Elaine apuntó a Michaela en la academia de danza Rock School de Filadelfia cuando tenía 5 años y la llevó cada día en un viaje de 45 minutos desde Nueva Jersey. En el 2012 se graduó en la escuela de ballet Jacqueline Kennedy Onassis en el American Ballet Theatre de Nueva York, y se unió a la compañía Dance Theatre de Harlem (compañía que tiene una mayoría de bailarines mulatos y afroamericanos); y en julio de 2012 debutó profesionalmente en el papel de Gulnare en el estreno en Sudáfrica de Le Corsaire.

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El pasado 28 de diciembre, a sus 20 años, debutó en la Ópera Nacional de Holanda como la primera bailarina negra en protagonizar el principal papel femenino de la obra  “El Cascanueces”. Michaela DePrince ha marcado  historia en el mundo de la danza, ya que es la primera vez que una bailarina negra interpreta el papel de Clara en el mítico ballet.

En un primer momento, se le denegó la participación alegando que  el público todavía no estaba preparado para ver una bailarina negra en un ballet clásico. Michaela no se rindió. Siempre persiguió su sueño, nunca se dejó vencer ante las adversidades.

«Salí de un lugar terrible», cuenta DePrince, «nunca imaginé que llegaría hasta aquí y  mi sueño se hizo realidad».

A pesar de haber conseguido el papel protagonista, Michaela piensa que aún queda mucho camino por recorrer. Todavía es difícil ser una bailarina negra, no tanto por una cuestión racial como estética (porque se supone que el cuerpo de bailarinas debe tener una apariencia uniforme). Para nuestra protagonista, ser bailarina y negra es un desafío ya que, como ella misma comenta, “en las compañías de ballet no verás muchas bailarinas negras, puedes ver mulatas, pero hay sólo una o dos solistas de color en todo Estados Unidos».

Mientras ella sigue trabajando y disfrutando, como podemos comprobar en su cuenta de Instagram, donde día tras día nos regala fotos de sus duros ensayos.

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 Carmen Blue

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