Y se marchó sin hacer ruido, tan solo un leve siseo de recogimiento destapando rotos, troncos, naturaleza muerta.
A lo lejos, dos juncos mecidos por el viento, juegan divertidos al atardecer mientras una pequeña pardela acaricia en vuelo raso la enorme masa de agua en el regreso a su hogar…
Sólo el reflejo del ave lo consigue aliviar.
Las nubes sombrean un paisaje otrora hermoso, promesa inclumplida de un futuro extrañamente feliz. Bajo las alas extendidas del cormorán negro, la maltrecha caracola escupe la arena que un fiel ermitaño se afana en limpiar. Otro sol muere lentamente y el maldito silencio volverá para gritar.
Ella no tiene aletas, jamás podrá nadar, ¿porqué la llaman entonces caracola de mar?