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Me vais a tener que disculpar que lleve algunas semanas sin escribir, pero tengo excusa; estoy trabajando de “colorista”, o sea, poniendo tintes y lavando el pelo a las señoras más ricas de aquí en una de las peluquerías más famosas de la zona.
Todo comenzó cuando el dueño, un amigo muy querido, me llamo para que le echara una mano ya que su asistenta se marcho sin dar tiempo a encontrar sustituta, y por supuesto que fui; cuando estás tan lejos de los tuyos, los amigos pasan a ser tu familia.
Así que, después de una rápida clase la noche anterior, allí estaba yo dando tintes a las señoras; ellas me preguntaban si había trabajado antes en esto y yo les decía que si, pero que hacía muchos años en España, entonces me di cuenta que sus caras se volvían azules y dejaban de respirar, por lo tanto desde entonces, todas creen que he trabajado toda la vida de peluquera, y me evito el riesgo de que alguna se me asfixie en mitad de un tinte..
Un dato curioso es la cantidad de hombres, tanto jóvenes como mayores, que van a darse el tinte o las mechas; la semana pasada fue una mujer con su marido, había que verlos a los dos con las mechas puestas, yo no me imagino al mio con el papel de aluminio repartido por la cabeza, jeje es que lo pienso y me parto, hay cosas que es mejor no verlas..
Me pasó algo gracioso con otro señor que vino a darse un tinte oscuro, y yo se lo di. Conforme lo hacía me percaté del montón de calvas que tenía y pensé; -madre de dios, como esto no le salga de la piel al lavar, voy a tener que usar un estropajo nanas para no dejarlo como un dálmata!! Gracias a dios la cosa, o sea el tinte, salió muy bien, pero le di tantos refregones en la cabeza que todavía se debe de estar acordando de mi, eso si, se fue con diez años menos y las calvas muy rosaditas…jejeje. Chapó por los machosmen!!
Cambiando de tema, os cuento que con el tiempo, tengo un estupendo grupo de amigos que siempre estamos dispuestos a disfrutar de experiencias canadienses nuevas, entre los nuevos, un matrimonio que nos invitó a su casa cerca de un lago a pescar, estilo esquimal-canadiense; si si a pescar, a 20 grados bajo cero. Así que allí que nos fuimos, a pasar el dia; llevamos bebidas, comida y mucha ropa de abrigo.
Fuimos caminando por el lago, inmenso, no se divisaba la otra orilla, primera advertencia: no salirse del camino hecho por nuestro anfitrión la noche anterior con su moto de nieve, pasando por encima varias veces para asentar el hielo y hacerlo duro, y si te sales, puedes acabar en el fondo del lago y eso no sería un bonito recuerdo aunque fijo que habríamos sacado unas cuantas de fotos del tema, jejeje.
Llegamos donde están las casetas, eran tres, geniales con sus estufas de leña, sus sillones acolchados y sus boquetes de un metro de profundidad en el suelo, nos dijeron que en el agua se echan cáscaras de huevos para poder ver hasta donde llega el fondo y que no se debía de hacer demasiado ruido para no asustar a los peces. Asi de contentos nos repartimos por las casetas, y en las más grande estaba yo y nos cambiábamos de vez en cuando pero esa era la más escandalosa, contando chistes, calentando salchichas en la estufa, ah y “pescando” claro, aunque no cogimos nada y todavía no me explico por qué, jijiji, peeero en las otras dos casetas capturamos dos enormes pescados como de cuatro kilos cada uno y así de satisfechos nos fuimos a comernos unas hamburguesas en la barbacoa y a echar unos dados como los grandes pescadores!!
Una experiencia que sin duda volveremos a repetir, pero esta vez mas calladitos a ver si en vez de dos piezas cogemos cuatro.
Moraleja; “que en boca cerrada… no entran moscas pero si peces!!” y que el fish and chips que nos comimos al dia siguiente estaba de muerte, tan parecido al rape…
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