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Hi girls!!
Además de mis idas y venidas con mi escaso inglés, quiero contaros algunos detalles de mis escapadas turísticas; porque aquí, en Alberta, hay muchos lugares pintorescos como Banff, un pueblo en las montanas rocosas que Naciones Unidas declaró, en 1984, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Asi que Banff… ¡allá vamos!
Con un par de horas de coche por delante y musiquita sonando a tope, “musiquita” es mi pendrive con lo último en mis gustos musicales, nada de ingles, por supuesto. Empezamos el camino… indescriptible, estamos en Septiembre y es precioso ver el colorido de las hojas que van desde el amarillo al rojo, pasando por el anaranjado y el verde. Esto parece un salvapantallas del pc.
Hacemos una paradita a la vera de uno de tantos lagos que hay en el Parque Nacional de Banff. Nada mas aparcar el coche vemos un letrero inquietante, ¡zona de osos grizzly! dícen que no les demos de comer, (yo que traía la tortilla papas para dársela al oso… de verdad que) ¿qué hacemos, nos bajamos del coche? Porque al igual si nos bajamos es como darles de comer ¿no? um, bueno vamos a arriesgarnos. Qué maravilla de lugar, el lago turquesa, la vista impresionante y ningún oso a la vista. Eso si, el agua está helada; prohibido meter los pies a riesgo de que se te caigan los dedos.
Seguimos nuestro camino y mas adelante nos encontramos un antiguo asentamiento indio, ahora un hotel con tienda de souvenirs incluida, lo que más me gusta y un glacial de fondo, que bonito, estamos en “Bow Lake”. Asi que, ¿ de verdad es el antiguo oeste? chulo si.
Después de comer y un ratito mas de coche, llegamos a Banff, que básicamente son dos calles, eso si, muy acogedor. Llegamos al hotel, nos duchamos y a cenar ¡búfalo! que es exquisito por estos lares, y por supuesto una copa de “Sangre de toro” made in Spain aunque rosado. No está mal… ¿seguro que me han puesto vino español? ya empezamos…
Aquí nos enteramos de que antiguamente, allá por el 1915, era muy habitual ver osos por el pueblo y darles de comer, que incluso el propietario del “Sanatorium Hotel” tenia un cachorro como mascota y que una noche el osito en cuestión se deslizo dentro del hotel y se acurruco en la cama de un huésped, jaja yo me muero… Desde 1902 y hasta 1951 se promovía el darles de comer a los osos galletas y chocolate para atraer la atención de los turistas, hasta que un graciosillo le dio a un oso chocolate con chili y el oso se agitó tanto que la gente se asustó. Desde entonces comenzó la campaña contraria, respeto al animal salvaje (que yo creo que somos nosotros) y carteles por todas partes donde se prohibía darles comida.
A la mañana siguiente nos vamos de ruta, a subir unas cataratas, genial, todo es salvaje literalmente, el camino lo hacen tus pasos porque no hay barandillas de protección, solo un sendero. Me impresiona tanta naturaleza en estado puro, a lo mejor le doy un empujoncito a mi marido por aquí, jejeje, le perdono la vida porque me esta gustando la aventura. Nos encontramos un cuervo pidiendo comida y ardillas que se venían a nuestras manos para comer, después nos enteramos de que las llaman “ratas de arboles” porque se comen todo lo que ven y están a la espera de los visitantes, a mi me resultaron entrañables.
Y así, después de un fin de semana espectacular, emprendimos el regreso a casa, vimos un reno por el camino y cuando me estaba quedando en brazos de Morfeo, siendo ya de noche, mi marido me grita –¡mira es la aurora boreal! y yo pienso (tenia que haberlo «tirao» montana abajo) y le digo… –¡que no, que son las luces de la ciudaaaaaad!. Pues ciertamente y como colofón de este viaje, sí es la aurora boreal, qué bonito, qué impresionante, la vemos durante al menos diez minutos, como olas verdes en el cielo.
Reflexiones… ¿qué mas se puede pedir? Pues el pescaito frito de mi tierra.
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