Para definir la tortilla de patatas tendríamos que recurrir a la sublimación de virtudes y la negación de defectos, como si de una vulgar divinidad se tratara. Es decir, mejor no definirla. Si acaso describirla, o ensalzar alguna de sus manifestaciones porque atendiendo de nuevo a la Escolástica (que no es la señora que vivía al lado de mi casa cuando yo era niño), podríamos decir que la tortilla es un Universal. De los pocos que además nos da satisfacciones variopintas y multiformes.
Así, en el acercamiento a esa verdad absoluta, se organizó un concurso de tortilla de papas en casa de mi amigo Juan, en Los Arcos de la Bajadilla, con la esperanza de deleitarnos en la contemplación y degustación de tan patrio manjar (recién ganado el Mundial no podíamos hacer un concurso de otro elemento más hispano.)
Con la promesa de dos premios para cocinillas y el anticipo de una gran zampada tortilleril, se apuntaron más de 20 especímenes y se asustaron otros y otras tantos. Así que el reto para el jurado apuntaba maneras. Y allí que estábamos J. M. Dicenta, Nene Picazo, Juan Téllez, Juan Moriche y aquí el que suscribe repartiéndonos el trabajo para no morir en el intento.
Así que en ésas nos quedamos con cinco de los mejores exponentes para la gran final y, muy a mi pesar, se eliminó a la mejor de entre ellas , la de salmón ahumado que conjugaba tradición y modernidad y además contaba con la dificultad de usar algo que no soporta el calor (mira, como yo). La hizo Silvia, la hija de Juan, y quedó cuarta.
La mejor, la de Carmen, la mujer de Juan (a pesar de estar aceptados los sobornos, no se produjeron, muy a nuestro pesar) que gentilmente declinó el premio para la segunda clasificada, Berta Hurtado, que se llevó un magnífico juego de sartenes.
Y cómo no, las recetas, que conjugan de media seis huevos por cada kilo de patatas.
La de Berta: 2 kg de patatas, 12 huevos, sal y levadura; el proceso simple: fuego lento siempre, para freír las patatas y para hacer la conjugación final. A mi juicio no es necesaria la levadura, pero es cuestión de gustos. En tercer-segundo lugar quedó Pepi con una tortillita de lo más clásico.
La de Carmen un lujo, porque además en uso de un magnífico criterio dejó las patatas enfriarse y macerando en el huevo antes de ensartenarla. Y la acompañó de una hermosa berenjena sofrita y en pleno uso de sus derechos civiles. 10 huevos, patatas en proporción, pizca de sal y aceite. Nada más. Bueno, sí, impagable la cara de gamba a la plancha que se le puso cuando la llamamos para darle el primer premio, y es que la timidez es lo que tiene.
En resumen, magnífico día, magníficas tortillas (y tortillos), y hubo hasta quien estuvo una semana preparándose, aunque eso para acabar echándole ciruelas…
Algún día habrá que hacerle un monumento a la tortilla. O muchos, que nunca serán suficientes.