Este otoño ni te cases ni seas sumisa

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Novia a la fuga (Vogue París)

El otoño está llegando poco a poco pero con fuerza, haciendo honor a su naturaleza cambiante y decadente. Para esta semana se espera una ola de frío más propia del invierno que del otoño. Pero así es nuestro clima, extremo y devastador. Reconozco que no me gusta el otoño, me entristece, y más aún cuando pasan cosas feas, desagradables e inhumanas como las que estamos escuchando, viendo y, en definitiva, viviendo cada día. No hace falta que especifique, sólo con escuchar o ver las noticias es suficiente. Los ciudadanos de a pie sabemos de sobra que la vida es otra cosa.

La vida es: sentir, emocionarse, compartir, reír, ayudar, etcétera y, en definitiva, disfrutar de la sencillez de las cosas del día a día, por mucho que el panorama esté para llorar, pero ésta es otra cuestión de la que hoy no toca reflexionar. Con la llegada de cada otoño mi memoria siempre recuerda cómo, cuando era estudiante de Bachillerato, me refugiaba en la lectura y en la música para pasar del verano, que era y es la estación de la felicidad apasionada y absoluta, a esta nueva estación que representa la nostalgia, para hacerla más llevadera. Eran años de descubrimientos maravillosos como el del primer amor, tierno, impetuoso y cegador, y cómo la pérdida del mismo nos hacía llorar desconsoladamente ante la desilusión. Sí, el otoño es eso. Es la pérdida, es el llanto, es la nostalgia. Aunque reconozco que me encanta llorar porque es la emoción catártica que nos libera el alma, pero también es verdad que prefiero llorar de alegría que de tristeza.

Aún así, este otoño está siendo diferente y he aprendido a no caer en la trampa de la estación de las lágrimas. Quizá sea porque con el paso del tiempo recuperamos parte de la inocencia perdida y con ella las ilusiones y el amor, ahora maduro, tranquilo y verdadero. O será porque querer cambiar las cosas es poder hacerlo para que la sociedad avance en el Estado de bienestar e igualdad de derechos. En este sentido quienes no quieren cambiar las cosas son algunos miembros de la Iglesia como el Arzobispo de Granada, Javier Martínez, quien preside la editorial Nuevo Inicio y que ha editado el libro titulado ‘Cásate y sé sumisa’, obra de la periodista italiana Costanza Miriano. Perpleja me quedé cuando leí la noticia sobre el dichoso libro y su título porque, si lo que se pretendía era crear polémica, lo han conseguido. Quizá haya que leerse el libro para hacer una crítica más profunda, pero en mi caso, no me lo voy a leer porque ya sólo el título me parece ofensivo y huyo de lo que me puede hacer daño y desde luego ser sumisa, me lo hace. Además de que no quiero perder mi tiempo.

Defiendo la libertad de expresión y la fe de cada persona pero no la falta de respeto y la sinrazón. Y si a esta mujer le ha ido bien, según ella: “siendo católica y por esto (casi) siempre feliz, madre y sumisa”, me alegro. Pero de ahí a que eso sea lo mejor para todas las mujeres, me parece muy osado por su parte, aberrante y está muy alejado de la realidad. Me gustaría a mí ver a Costanza Miriano en un país no democrático donde no hubiese podido haber publicado este libro simplemente por el hecho de ser mujer y no tener ni voz ni voto. Entre otros motivos porque se ha demostrado que la independencia y autonomía de las personas, sobre todo de las mujeres, tanto económicas como personales, no sólo nos hacen más libres y felices sino que también ayudan mucho a que el Estado de bienestar sea más eficaz. El oportunismo también está detrás de esta noticia, teniendo en cuenta que el próximo 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. Y claro, no puedo evitar pensar en ser sumisa y aguantar como lo hizo mi abuela, bisabuela, tatarabuela, etcétera, la llegada de mi marido a casa para ponerle las babuchas, la cena y ya de camino y si lo considera oportuno darme una paliza por no darle la razón. Es decir, siendo su esclava en lugar de su compañera de vida.

Las mujeres de generaciones anteriores han luchado y trabajado mucho para que las del siglo XXI no tengamos que soportar este tipo de vejaciones. Creo que sólo con el respeto mutuo entre hombres y mujeres podemos llegar al buen amor. Siento decepcionar a Miriano, al arzobispo y a las mujeres y hombres machistas. Pero como oveja descarriada, soy pecadora por la gracia de Dios.

Por lo tanto este otoño ni me caso ni soy sumisa.

Ana VAna Vallecillo

La verdad del Campo de Gibraltar 16/11/2013

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