EL TIEMPO ES ORO

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“¡Ya está aquí la Navidad!”. “En nada se acaba el año”… Seguro que muchos de vosotros escuchasteis ya estas afirmaciones y pensasteis: ¡Pero qué manera de adelantar el tiempo!

Y es que el tiempo es oro y hay que aprovecharlo y exprimirlo al máximo, ya que a medida que nos hacemos mayores tendremos la sensación de que cada vez pasa más rápido. A esa sensación  se la conoce con el nombre de «Zenosyne».

¿Por qué con el paso de los años  cambia más nuestra percepción del tiempo? ¿Por qué cuando somos niños cada día es un mundo, pero cuando nos  hacemos mayores nos da la impresión de que los días vuelan y que un verano no dura ni un telediario? Lo cierto es que no percibimos el paso del tiempo como una representación exacta de la realidad, que es la que marcan los relojes.

Para demostrar esto existen diversas teorías de neurocientíficos y psicólogos que buscan dar una explicación a este fenómeno.

Maximilian Kiener, un ingeniero austríaco que trabaja para la BMW, se basó en lo dicho por Paul Janet, filósofo y escritor francés, y creó una escala en la que muestra como un niño de 10 años siente 1 año como una décima parte de su vida, y una persona de 50 años la siente como 1/50. Para un bebé de un mes una semana es una cuarta parte de toda su vida, es decir, mucho tiempo. Para un chaval de 14 años 1 año equivaldría  al 7% de su vida y por eso parecería también un periodo de tiempo amplio.  Sin embargo, para una persona de 50 años, un año sería solo un 2% de su vida. Demuestra así que la vida siempre tiene una duración constante. Cuanto más vivimos más corto nos parece cada año en relación a toda nuestra vida.

David Eagleman es un neurocientífico que estudia fenómenos relacionados con la percepción del tiempo en su Laboratorio de Tiempo y Percepción del Baylor College of Medicine. Explica la aceleración de la vida a medida que nos hacemos mayores por el gasto energético de nuestro cerebro cuando procesamos información.

En su teoría argumenta que cuando la experiencia es nueva, nuestro cerebro gasta más energía porque prestamos más atención y registramos más detalles que cuando hacemos algo que ya habíamos experimentado. El esfuerzo mental nos produce la sensación de que el tiempo transcurrido es mayor. Si la experiencia es repetida no hemos de registrar tantos datos nuevos en nuestro cerebro porque ya los conocemos y derrochamos menos energía.

La mayoría de las experiencias nuevas se acumulan durante la niñez, adolescencia y juventud. De ahí que durante esos años parezca que el tiempo es más largo.

Por su parte, el profesor de psicología Douwe Draaisma de la Universidad de Groninger (Holanda) escribió un libro titulado “¿Por qué el tiempo vuela cuando nos hacemos mayores?”. Para Draaisma es imposible realizar una investigación experimental directa del fenómeno porque sucede en un periodo demasiado largo: toda una vida. Sin embargo, su conclusión coincide con la explicación de Eagleman:

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«El tiempo psicológico discurre en un reloj interno guiado por nuestros recuerdos. La duración y el ritmo son fabricados por la memoria». En su libro hace referencia también a un fragmento de “Principios de Psicología”, escrito por el psicólogo y filósofo estadounidense William James en 1890, que atribuía el acortamiento de los años a la monotonía de los recuerdos.

“Cada año que pasa esa experiencia se convierte en una rutina automática de la que apenas somos conscientes”.

Aunque el procedimiento por el cual los humanos medimos el tiempo aún no está completamente determinado y no sabemos con exactitud cuáles son las  partes de nuestro cerebro que participan de este proceso, existen diversas teorías con respecto a las causas de esta percepción. Una de ellas denominada «telescopy», que significa simplemente la subestimación del tiempo transcurrido, nuestro cerebro recuerda eventos distantes como si hubieran ocurrido más recientemente. Eventos sucedidos hace diez años parecen mucho más cercanos y el intento de situarlos en su lugar correcto en una línea de tiempo nos genera una sensación cercana al vértigo.

Otra teoría es la del efecto de reminiscencia. La memoria está marcada por ciertos eventos que nos resultan significativos como el primer día de escuela, tu matrimonio, el día en que nació tu hijo, están marcados más vívidamente en tu memoria que el recuerdo de lo que desayunaste el jueves pasado, debido a que  todos los recuerdos similares se funden en uno solo.

Una tercera teoría, nos dice que esto tiene relación con el estrés. El reloj biológico de nuestro cerebro está situado en el hipotálamo, que regula los ritmos circadianos, el ciclo del sueño y vigilia del cuerpo. El hipotálamo envía señales a cada una de las células del cuerpo, indicándole si todo está bien o hay algo mal, y en consecuencia generando estrés. Menos estrés implica una vida más larga y mejor capacidad de memoria.  Las prisas del mundo exterior (generadora de estrés) podría hacer que, en efecto, envejezcas a una velocidad más acelerada.

Si bien, como hemos apuntado anteriormente,  no se ha logrado determinar en qué parte exacta del cerebro está localizada la manera en la que medimos el tiempo, sí se ha comprobado, por ejemplo, que el sistema de dopamina del cerebro está vinculado con el tema.

En lo que sí coinciden todas estas teorías es en que nuestra capacidad de medir correctamente el paso del tiempo se altera con la edad.

¿Podemos hacer algo para que  “el tiempo pase más lento»?

Claro que sí. Empecemos por practicar lo que en inglés se denomina «mindfulness», la atención intensa y plena a nuestro entorno. Mira a tu alrededor, observa los detalles, disfrútalos. Enfoca tu vida hacia experiencias positivas, realiza nuevas actividades, rompe con la rutina. Para sentir que nuestra vida es más larga, el truco está en sacarle el máximo provecho a cada momento de felicidad y disfrutar de las nuevas experiencias.

Si aun así tienes la sensación de que el tiempo pasa más rápido, sólo te estás volviendo un poco más viejo…y aburrido.

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 Carmen Blue

 

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