Os voy a contar algo de mí. Algo que me sucede más a menudo de lo que me gustaría y que me hace reflexionar en lo poco que evolucionamos a pesar de estar en el siglo XXI. Sí, querid@s, mucha tecnología punta pero algunos cerebros se quedaron estancados en el pleistoceno.
Soy una mujer soltera y me siento muy bien en mi estado civil actual. Es más, estoy tan bien que quiero que me dure para toda la vida. Algunas personas deben pensar que me quita el sueño lo de no tener pareja estable, no casarme, no formar una familia al uso con hijos(a poder ser la parejita). Yo duermo a pierna suelta (y tan suelta con la cama solo para mí), los que no deben dormir bien son los que consideran que lo mío no es lo normal.
¿Quién dice lo que es normal? ¿Quién establece las normas? De momento y mientras pueda, yo viviré con mis propias normas y en mi “normalidad”. Claro que para eso tengo que aguantar las típicas preguntas:
-¿No tienes pareja? Siempre respondo lo mismo, si las de los calcetines, todos bien emparejaditos.
-¿Y no te quieres casar? No, ¿acaso cambiaría algo en mi vida además de mi estado civil?
He tenido novios, muchos. Algunos a mi pesar. Si hago autocrítica debo confesar que en alguna de esas relaciones no puse demasiado de mi parte, pero en otras lo di todo. Sin embargo, eso solo significa que donde no di es porque no veía futuro y donde vi futuro no acabó de funcionar. Así es el amor. No es que yo sea un gurú en estos temas, es más, el romanticismo no es mi fuerte. Quizá tantas decepciones (por mi parte y por la de ellos) me han llevado a descreer en el amor romántico, si es que alguna vez creí en él.
Por el camino he aprendido mucho y me he dado cuenta de que todo sucede por algo, sea bueno o sea malo. También he llorado, porque a pesar de mi fortaleza y mis radicales ideas en cuanto al amor, sufro (la mayoría de las veces en silencio como se sufren las almorranas). Y es verdad, alguna vez me he parado a pensar en el amor verdadero y duradero, pero más como una película de ficción que como algo que pueda llegarme a suceder (quede claro que hablo de mí, seguro que much@s de vosotr@s vivís en esa relación ideal). Yo no la necesito. Estoy bien así, sola, con mi soledad buscada.
El amor, ese sentimiento que roba suspiros, que se transmite con solo una mirada, que te eriza la piel sin ser tocada, que te eleva al cielo, te hace cosquillas en el estómago, te quita el hambre, te roba el sueño, te desespera…
Es cierto que a todos en el fondo nos gusta sentir amor y, sobre todo, saber que inspiramos amor en alguien más (nuestra naturaleza es así de egoísta). Que tire la primera piedra (pero que no caiga sobre mí) quien no deseó alguna vez enamorarse con locura, encontrar al compañero que pase a nuestro lado hasta los últimos días, aquel con el que exista la mágica conexión de entenderse sin palabras, que te sirva de refugio en la adversidad, de esperanza ante nuevos retos, de amante ideal, de amigo verdadero y de compañero en el camino de la vida.
Sí, tod@s deseamos eso, la pregunta es: ¿eso existe? Seguro que sí, sin embargo, no es necesario salir a buscarlo, si tiene que aparecer lo hará y si no lo hace es porque seguro estará perdido viviendo en una relación equivocada. Pero yo estoy bien así. La clave reside en uno mismo, en ser feliz contigo misma, con lo que tienes y no con lo que deseen los demás para ti.
Tengo mucho amor dentro de mí, lo sé. Tengo amor por mi familia, mis amigos, mi mascota, la naturaleza, mis amantes…Y soy feliz así. Lo sería mucho más si no tuviera que aguantar siempre las mismas preguntas y comentarios, pero ese ya no es mi problema, esa es la enfermedad de cierta parte de nuestra sociedad anquilosada.
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