El clima está cambiando, el Planeta también. En nuestras manos está frenar su deterioro y lo podemos hacer con gestos muy simples.
Hubo un tiempo en el que escalar el Everest era una aventura, una prueba de superación. Pero pronto se convirtió en un problema para el medioambiente al que se intentó buscar una solución. Los más de 700 montañeros y sherpas (guías) que cada temporada pasan casi dos meses en las laderas del Everest generan desperdicios. Esto creó un doble problema a las autoridades nepalíes: por un lado todo el asunto de la posible contaminación y, por otro, las cuestiones concernientes al riesgo sanitario que puede provocar la acumulación de restos fecales. Los montañeros cavan agujeros en la nieve para hacer sus necesidades, éstas llevan años acumulándose en las inmediaciones de los cuatro campamentos disponibles. En los campos base sí hay retretes, que una vez rellenados se trasladan para ser procesados adecuadamente.
Para paliar este problema el gobierno del país aprobó en 2014 varias normas que limitan a cada montañero bajar hasta el campo base con 8 kilos de basura. Los equipos de ascensión deben dejar una fianza de unos 3.500 euros, que perderán si no cumplen las normas. Con esta medida se recogen unos 6.400 kilos de residuos, ya que cada año suben unas 800 personas al Everest y generan cada uno cerca de seis kilos de basura, sin contar las botellas de oxígeno y los residuos humanos. Porque sorprendentemente ensucian el monte con tubos, envolturas de papeles, botellas de oxígeno y gas, latas de comida… cuya existencia permite dudar de los valores de ciertos montañeros. Los que ascienden a la montaña, bautizada como el gran vertedero del mundo, deberán cumplir con su cuota incluso si ello supone que tienen que recoger residuos que ya estaban allí.
Otra de las medidas tomadas es limitar el acceso a la montaña, para preservar el frágil ecosistema de la misma. En un solo día se podía llegar a registrar 75 ascensos y en un año casi 3.000, como ocurrió en 2007. En 2015, nadie ha escalado el Everest, circunstancia inaudita desde 1974, pero no por prohibición de las autoridades, sino por el trágico terremoto que asoló Nepal causando la muerte de cerca de 8.000 personas, entre ellos numerosos sherpas. La montaña descansó.
Aunque no solo la frenética actividad alpinista en el que es uno de los lugares más aislados del planeta y el monte más alto del mundo, es la causante de su deterioro, también lo es el efecto del calentamiento global sobre el Everest, ya que está derritiendo el glaciar que lo conforma. A la basura y el calentamiento hay que añadir la deforestación que amenaza la zona donde se han instalado los hoteles y áreas de descanso.
Por desgracia el Everest no es el único caso. Muchas de las montañas de referencia en Europa también sufren de masificación. Y es que en el trasfondo de todo lo que pasa es que existe un gran negocio alrededor de estas cimas del que participan los guías de montaña, los refugios, los comercios y demás establecimientos locales, y los gobiernos.