La infancia es la etapa de nuestra vida, en la que aprendemos con más velocidad, no solo a caminar, expresarnos, sino también las emociones básicas, a partir de las cuales forjaremos nuestra personalidad, canalizaremos nuestra manera de relacionarnos, nuestras habilidades sociales que precisamente nos permitirán vivir en sociedad, y nos enfrentaremos a los desafíos que se nos presenten en la vida adulta.
Algunos traumas o heridas emocionales que sufrimos en la niñez pueden ser arrastrados a lo largo de nuestra vida y pasar a formar parte de nuestras emociones cuando seamos adultos. Por eso, como adultos, tenemos la obligación de controlar y revisar constantemente nuestras acciones ante los niños y en la vida familiar. Sigue leyendo