Camino lentamente por las estrechas calles de esta ciudad, mi ciudad. La amo.
Vigo es para mí algo más que un lugar en el mapa, un sitio para vivir. Son sus días y también sus noches. Sobre todo sus noches de Luna llena, como la de hoy. Todavía no se ha apoderado de mí el miedo a la soledad nocturna. Perseguida por la oscuridad aún soy capaz de pasear con tranquilidad, con la más absoluta calma, sin temores.
Soy una ermitaña en Vigo, una ermitaña de la ciudad. Cada día que pasa la observo y siempre me parece diferente. Vigo transcurre en el tiempo, en un tiempo que para mí es irrepetible. Un tiempo en el que cada minuto se me antoja una eternidad, un número inimaginable de visiones, una cantidad inagotable de imágenes, un sin fin de ideas inextinguibles.
Es cierto que cuando te pintan algo de manera tan hermosa, pongamos por ejemplo una ciudad y pongámosle un nombre a esa ciudad y que ese nombre sea Vigo, te invade cierta curiosidad y ansías comprobar la veracidad de los colores de ese óleo.
También es cierto que si como precedente el óleo está pintado por una amante de la vida, del buen vivir y el compartir, el cuadro presenta un acabado perfecto. Además, en este tipo de pinturas, lo importante no es sólo el color, como muchos pretenden hacernos creer, sino también la perspectiva. Existen tantos puntos de vista como personas observando el óleo, si coinciden dos de esas personas, ¿no es una razón suficiente para pensar que la pintura es de gran interés?
En los próximos días la ciudad, su Casco Vello (zona vieja), se engalana para trasladarnos al pasado, al S. XIX. Rememoraremos la participación de la ciudad en la Guerra de la Independencia española y conmemoraremos la retirada de las tropas napoleónicas francesas, que un 28 de marzo de 1809, gracias a un alzamiento popular (¿os suena de algo?), tienen que abandonar por primera vez en la historia una plaza conquistada en Europa (y ahora estamos como para tomar el Congreso). Este hito histórico supuso que, un año después, Fernando VII le otorgase el título de ciudad “fiel, leal y valerosa” a Vigo.
No desvelaré si esos adjetivos con el paso de los años (más bien de los siglos) siguen siendo aplicables a esta ciudad, a sus habitantes y, en concreto, a sus mandatarios. Cualidades no nos faltan. Y ahora dime, ¿por qué te resistes a mi necesidad de compartir esta visión? ¿Por qué Vigo, además de ser mi ciudad, no puede ser un poquito tuya, al igual que para mí lo son ahora lugares como Barcelona, Madrid, Málaga, Cádiz, Valencia, Lugo, Coruña…?