HISTORIA DEL CRISTO DE LA VICTORIA DE VIGO

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Uno de los días más importantes en la ciudad de Vigo es el primer domingo de agosto, en el que la imagen del Santísimo Cristo de la Victoria recorre las calles para devoción de sus miles de fieles y curiosos. Esta procesión es algo más que un simple acto religioso, no es solo devoción, es también admiración y tradición.

La devoción no es necesario que la explique; la admiración se debe a lo grandioso del acontecimiento, ya que congrega a muchísimas personas de la ciudad y de fuera; y la tradición, porque pasa de generación en generación aunque no corra por las venas de los herederos el mismo fervor religioso que el de sus antepasados.

Por otra parte, la tradición no es solo una cuestión de herencia. Entre los habitantes de la ciudad la imagen del Cristo de la Victoria es todo un símbolo. Una figura que representa la lucha, la victoria, como su nombre indica. Además, el Cristo está relacionado también con la vida del mar, un sentimiento que en esta costa Atlántica está muy arraigado.

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Son varias las historias que circulan sobre la aparición de esta talla. Una de ellas versa precisamente sobre una embarcación que trasportaba un cargamento de sal y cuyos tripulantes se encontraron la imagen en altamar durante el transcurso de una tormenta y con un fuerte oleaje. Debido a las inclemencias del tiempo decidieron abrigarse en el puerto de Vigo para dejar en la ciudad la imagen y  prometiendo asistir descalzos a una misa. Los marineros llegaron a puerto sin problema y al comprobar que el tiempo mejoraba reanudaron su travesía sin cumplir su promesa. Una vez en el mar, volvió a irrumpir un fuerte oleaje que les hizo desistir de su propósito y regresar a tierra. Lo intentaron nuevamente pero con el mismo resultado. Solo entonces se dieron cuenta que no habían asistido a una misa tal y como habían prometido (¿vendrá de aquí lo de que a la tercera va la vencida?). Finalmente cumplieron su promesa de ir a misa  y dejaron la imagen del Cristo en la Colegiata.

Una de las dudas que surgen con respeto a esta historia es  cómo aparece la talla en el mar. Pues una de las explicaciones es que durante el reinado de Enrique VII, los cristianos arrojaron las tallas al mar para salvarlas de la quema durante las persecuciones contra los católicos esperando que algún barco las rescatase.

Otra de las versiones de la aparición del Cristo de la Victoria  sitúan la figura en la obra del escultor vasco Sebastián Ucete datándola en 1740. Esta fecha coincide también con la primera referencia escrita sobre el Cristo. Se trata de una carta que encuentra traspapelada Don Ángel Ilarri Gimeno entre las actas municipales. Dña. Bernarda Bello de los Ríos se dirige en el escrito al Ayuntamiento solicitando permiso para recolocar una tarima que había sido retirada cuando se enlosó el templo, nombrando “una columna frente a la que se haya situado el Santíssimo Christo de la buena Victoria…”.

Esta explicación echaría por tierra las teorías que sitúan el origen del Cristo en el año 1809 vinculándolo a los hechos sucedidos en Vigo, cuando la ciudad se libera de las invasiones napoleónicas. De este modo explicarían porqué se le llama “de la Victoria”: las tropas y los paisanos de la zona consiguieron echar a los franceses que ocupaban la ciudad y el pueblo atribuyó la victoria a su venerado Cristo,  mérito por el que fue nombrado patrón de la ciudad, (aunque realmente la patrona de la ciudad  es la Virgen de la Asunción, ni el Cristo ni San Roque).

Sin embargo, el cronista  Lalo Vázquez Gil, quién plantea la posibilidad de que este calificativo derive de los triunfos borbónicos durante las Guerras de Sucesión por el trono español de Carlos II.

La lección de teología que nos encontramos en los paneles del fondo de la  Iglesia nos explica que originariamente el Santísimo Cristo de la Victoria significa  Cristo muerto pero con la esperanza de resurrección, es decir,  la victoria sobre la muerte y el pecado.

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