LAS VIUDAS DE LA INDIA

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 A solo 70 kilómetros de una de las siete maravillas del mundo, el Taj Mahal,  se encuentra un lugar en el que las mujeres están condenadas al ostracismo y la muerte social: Vrindaban.

Aproximadamente entre 30.000 y 40.000 viudas indias, son consideradas por la creencia hindú un mal augurio y una maldición. Más de 16.000 viven en Vrindavan, aisladas, respetando las costumbres a las que las viudas están sujetas. Se visten de blanco (el color del luto en la india), llevan el pelo muy corto o incluso la cabeza rapada y envuelta en una tela sin coser,  la marca de la ceniza en su frente, no pueden llevar joyas, no pueden ir a fiestas, no pueden comer más que  una vez al día y solo comidas insípidas, sin sal, cebolla, ajo o picante, no pueden comer dulces y, en definitiva, deben renunciar a cualquier tipo de placer terrenal.

Su feminidad queda anulada, son estigmatizadas el resto de su vida, porque ser viuda en la india es como una sentencia de muerte.

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Todo por una creencia que,  según el Código de Manu, una de las escrituras sagradas más antiguas, dice que “una mujer no será nunca independiente, una viuda debe sufrir mucho antes de morir, debe ser pura en cuerpo, pensamiento y alma”.  A las viudas de la india les quedan  tres opciones: casarse con el hermano más joven del marido, llevar una vida de abnegación o quemarse con el marido muerto.

Esto último es lo que conocen como “Sati”  y que se practica en algunos lugares de la India donde las viudas se arrojan a la pira funeraria de sus esposos en un acto de auto inmolación. Aunque esta costumbre fue prohibida durante la ocupación británica en 1829, sigue estando vigente en algunas zonas.

La mujer viuda es marginada no solo por la sociedad, sino también por su familia política, que es lo único que les queda después de enviudar. Una vez contraído matrimonio pasan a vivir en casa de sus suegros, que cuando enviudan las culpabilizan de la muerte de sus maridos. Otras se casan de niñas o adolescentes con hombres mucho mayores que ellas y que al fallecer las dejan solas y desprotegidas.  Llegan a ser repudiadas y despojadas de todos sus derechos como viudas, porque curiosamente las viudas desde 1956 tienen derecho a heredar y a cobrar una pequeña pensión. Sin embargo, muchas no lo saben porque desconocen sus derechos, son analfabetas,  no se atreven a reclamarlo por propia voluntad o  simplemente porque la corrupción imperante se encarga de que desistan en el intento.

Algunas de estas mujeres se ganan unas rupias cantando o pidiendo en la calle, que en el mejor de los casos  les da para compartir un cuartucho sin ventanas, sin agua y sin electricidad, con seis o siete o mujeres en su misma situación y, en el peor, tienen que dormir  a la intemperie.

En una sociedad tradicionalmente patriarcal y muy supersticiosa en la que la peor parte se la lleva la mujer y donde ser viuda es como ser una bruja, la Dra. Mohini Giri, activista de derechos humanos, tiene puesto todo su empeño en que estas mujeres dejen de ser invisibles y olvidadas. En 2008, construyó un ashram, o albergue, para viudas. En el de Vrindavan, viven unas 500 mujeres. Para la Dra. Giri no solo debe mejorar la situación de las mujeres sino que tiene que cambiar la mentalidad de los hombres.

En 2010 la ONU declaró el 23 de junio Día Internacional de las Viudas.

carmen-blue11-e1401998995764 Carmen Blue

 

 

 

 

 

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