LA PRIMERA FOTOPERIODISTA ESPAÑOLA

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Abre la puerta de la habitación Ringo Starr: “You?”. Sí, ella: Joana Biarnés. La misma que se coló en el avión que trasladaba a los Beatles desde Madrid a Barcelona, porque unas simples fotos en una rueda de prensa le sabían a poco, se colaba en la suite de su hotel, el Avenida Palace, para conseguir una exclusiva histórica en julio de 1965. Se pasó tres horas con ellos en las que hablaron de flamenco y de gastronomía típica española, como el “pa amb tomàquet” o las judías con butifarra. La misma que engañó a Roman Polansky bajo una identidad falsa; a la que Clint Eastwood besó en los labios; la que retrató a un casi desconocido y jovencísimo Joan Manuel Serrat o a Salvador Dalí; la misma que fue fotógrafa personal de Raphael y de Sara Montiel…

Durante 22 años, Biarnés alternó la fotografía de famosos con rodajes en Hollywood y reportajes de actualidad. Es el testimonio de una época en la que la fotografía era cosa de unos pocos. Considerada como la primera mujer fotoperiodista de España a raíz de dos grandes eventos que perpetuó con su cámara: las inundaciones del Vallès de 1962 (la mayor tragedia natural de España, que se saldó con cerca de un millar de muertos), de la que fue testigo cuando apenas tenía 20 años cumplidos y que abrieron el telediario del mediodía; y aquel intrépido reportaje sobre los Beatles.

riadas en TerrassaAprendió el oficio de la mano de su padre, ayudándole a cubrir partidos de fútbol, y se enamoró de la profesión. Pero en los años sesenta ser mujer y fotógrafa, especialmente si te dedicabas a la fotografía deportiva, no era fácil. Tuvo que aguantar insultos de aficionados e incluso árbitros que la mandaban a “fregar platos”. Posteriormente empezó a trabajar para el diario “Pueblo”, pero las dificultades no fueron pocas. Prácticamente no la dejaban entrar a nada que fuera oficial, nada en lo que hubiera políticos o ministros. El suyo era considerado un trabajo de hombres.

Poco a poco, llegados los setenta las cosas empezaron a cambiar, otras mujeres entraron en el oficio y Joana ya pudo asistir como fotógrafa al juramento del príncipe Juan Carlos. Cumplía con todas las cualidades de un fotoperiodista: la inquietud, la libertad, los reflejos, la entrega y la rapidez. Por todo ello, es una testigo excepcional de la sociedad española de los 60 y 70.

Sin embargo, Juana Biarnés se desencantó y abandonó la profesión en los años 80, por causa del amarillismo. La decisión fue firme desde el día en que Biarnés presentó a una revista unas fotografías para un reportaje sobre una terapia de cáncer. El protagonista era un paciente que se había recuperado de la enfermedad y compartía su experiencia en terapia de grupo, con otros enfermos que estaban pasando por lo mismo. Según ella misma cuenta, el director de la publicación le enseñó unas fotos de Lola Flores y su familia vestidos de Reyes Magos y le dijo que eso era lo que vendía ahora. Joana no quiso formar parte de ese mundo de frivolidad.

Entonces se reinventó como cocinera y decidió abrir un restaurante en Ibiza, el Cana Joana, por donde pasaron muchos de los personajes que años antes habían sido retratados por su cámara (uno de sus clientes más fieles era el conde de Barcelona, Juan de Borbón). Recibió los elogios de cocineros como Arzak o Nando Jubany.

El año pasado una exposición retrospectiva, “El rostro, el instante y el lugar”, en su Terrassa natal y un documental titulado “Una fotógrafa entre hombres: la historia de Juanita Biarnés”, sirvieron para homenajear a una mujer que se abrió camino en un mundo masculino y dio un gran paso hacia la igualdad laboral.

carmen-blue11-e1401998995764Carmen Blue

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