“ Posside sapientiam, quia auro melior est”. (Poseer sabiduría, es mejor que poseer oro).
Beatriz iba a ser monja. Para ese cometido sus padres decidieron que se instruyera concienzudamente en el idioma universal: el Latín. Era el único idioma con el que se podía comunicar una persona con Dios, el que unía gentes y culturas, el que derribaba fronteras…
Salamanca, ciudad natal de Beatriz, ya era por aquel entonces un hervidero cultural, con el Aula Salmantina, la Universidad… Sus progenitores la mandaron a clases de Gramática en una de las instituciones dependientes de dicha Universidad.
Con 16 años, desafiando su condición de mujer y en un mundo acotado por hombres, mostró grandes dotes para el latín, no sólo en la traducción y lectura de textos clásicos, sino que también era capaz de hablar con gran corrección y fluidez en ese idioma, dejando incluso en vergüenza a algunos eruditos y catedráticos de la Universidad salmantina. Se convirtió en una auténtica experta en los textos clásicos y con especial dedicación se fijó en los libros y enseñanzas de Aristóteles. Sigue leyendo