Habíamos oído hablar del Pazo de Lourizán y visto referencias en varias  páginas web (os dejo esta para que os situéis: https://www.galiciamaxica.eu/galicia/pontevedra/comarca-de pontevedra/pontevedra-c/pazolourizan/).

Decidimos que es un tesoro de Galicia, entre Marín y Pontevedra, que había que conocer.

Es una visita de la duración que quieras darle, desde pasear hasta entretenerse un poco o un mucho en sus originales rincones con encanto, así que fue fácil encontrarle un sitio en nuestro “programa de caminatas”.

Desde el primer momento es espectacular. A partir de que pasas la entrada todo el paisaje se vuelve especial y tienes la sensación real de internarte en la miniaventura que buscabas.

Una espectacular avenida nos introduce al esplendor de un pasado reciente, que se hace inmenso al llegar ante la fachada principal de un impresionante Pazo que no tendría mucho que envidiar a los palacios más famosos de cualquier parte del mundo, aun no siendo tan grande como ellos.

Recuperados de la primera e impactante impresión, pasamos a la segunda y no menos sorprendente. Cambiamos del esplendor de un pasado reciente a la decadencia de un presente desidioso.

Esas tres sensaciones, esplendor, decadencia y desidia, se hicieron muy intensas y nos acompañaron durante todo el tiempo que estuvimos allí.

El edificio principal nos dejó con ganas de más. Nos entretuvimos a gusto en la fachada, en la escalinata, en atisbar por las ventanas unos interiores que prometían el mismo esplendor que la fachada.

Claro, al mirar, vimos.

Un suelo como de cocina para “mejorar” el que debía estar deteriorado; suelos y techos realmente estropeados; unos pocos muebles, inconexos, desubicados, dejados allí de cualquier manera, abandonados; polvo como para hacer una playa. La apuntalada fachada está engalanada por unos adornos y estatuas que todavía cumplen, como pueden, su función, aun lesionados, sin dedos, con sarpullidos que evidencian el mimo con que no se les cuida. Pero de momento sólo faltan dedos, o trozos.

No parece descabellado pensar que pueda llegar a faltar todo el conjunto con el paso del tiempo.

Alrededor del Pazo hay edificios para aburrir, por lo que ocupan, pero además por lo que interfieren en el ambiente que crea el Pazo. Parece que son oficinas de la Consellería de Medio Ambiente.

Están en mejor estado que el edifico principal, aunque dan también sensación de descuido, por la profusión de almacenillos y material desordenado a la vista.

Están en medio y descomponen el ambiente.

Los jardines albergan una buena colección de árboles, muchos de ellos identificados con letreros que van de legibles a inútiles. De manera que también se queda uno con ganas de más.

El invernadero, a pesar de ser una estructura metálica relativamente simple, también te sumerge en otra época, dada la coexistencia del óxido con la pintura, mezclados en la proporción adecuada. Otra cosa son las estructuras metálicas que sirven de apoyo a la vegetación en el exterior, porque el tiempo no ha respetado ni la pintura ni la integridad de las estructuras, y el responsable de su mantenimiento, tampoco.

El hórreo, el palomar, la gran mesa, la gruta de los espejos, el molino, las fuentes, los estanques la cascada con sus regatos, el jardín de los árboles clasificados por comunidades autónomas y la amplitud del conjunto de la finca, hacen que la visita sea una experiencia agradable y recomendable.

La profusión de la vegetación es tal, que suponemos mucha diferencia entre el Pazo de Lourizán invernal y el primaveral. Así que volveremos para no perdernos esa diferencia.

Había una excursión de alemanes cuando fuimos nosotros. Se les veía impresionados por lo que veían, por cómo es y por cómo lo tenemos, por las dos cosas. Las llamadas “marca España” y “marca Galicia” no salen bien paradas de su juicio a la vista de este monumento.

Somos conscientes de que poner en condiciones esta pre-ruina debe exigir un presupuesto enorme, y también hay que ser consciente de que levantar las ruinas de este monumentazo deberá exigir un presupuesto mucho más que enorme… o eso, en el futuro visitar unas ruinas.

Una manita de pintura, alguna ñampa y ordenar un poquito los trastos no es tan caro dentro de un presupuesto que permite una flota de vehículos oficiales como la que allí se puede ver.

Desde aquí hago una llamada, no sé a quién.

A la Administración, para que trate esta joya como se merece.

A la gente, para que visite urgentemente el Pazo de Lourizán antes de que sea tarde y ya no lo encuentren, o incluso pida su rescate, si lo consideran conveniente.

A ambos hago la llamada  () .

Fos