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«Con tristeza anunciamos la muerte de una mujer querida y maravillosa, Brittany Maynard. Ella murió en paz en la cama rodeada de su familia y seres queridos», afirmó en un comunicado la organización no gubernamentel ‘Compassion and Choices’, que se dedica a asesorar a enfermos terminales que desean una muerte digna.
La joven había anunciado su fallecimiento para el pasado uno de noviembre, aunque la propia Maynard abrió la posibilidad de darse una prórroga de unos días, en un intento desesperado de atarse a la vida. La ONG no ha desvelado este hecho, aunque la revista norteamericana People asegura que la chica se quitó la vida el sábado día 2, tras publicar un mensaje de despedida en Facebook: «Adiós a todos mis queridos amigos y a la familia que amo. Hoy es el día que he elegido para morir con dignidad ante mi enfermedad terminal, este cáncer cerebral terrible que me ha quitado tanto, pero que me habría quitado mucho más.
«El mundo – agrega Maynard – es un lugar maravilloso, viajar ha sido mi gran maestro, mis amigos íntimos y demás son los más generosos. Incluso tengo un grupo apoyándome mientras escribo. Adiós mundo. Difundid buena energía. ¡Transmitidla!».
El caso Maynard ha abierto un gran debate sobre la muerte asistida en Estados Unidos, puesto que sólo cinco estados lo aceptan. La joven, de 29 años, en una entrevista manifestó que cuando la gente le criticaba «porque no espero más tiempo o porque no sigo lo que ellos han decidido que es mejor para mi, me duele. Porque yo me arriesgo cada día, cada día al levantarme».
Poco después de casarse comenzó la triste historia de esta chica vital, hermosa y repleta de planes. En enero acudió al médico al sufrir fuertes dolores de cabeza y ahí fue donde se le diagnosticó el cáncer. Las células cancerígenes no dieron tregua alguna y avanzaban a un ritmo frenético, por lo que los especialistas sólo dieron a Maynard unos meses de vida, al tiempo que le explicaron con claridad el propio desarrollo de la enfermedad y de las terribles consecuencias para su bienestar. La joven decidió trasladarse con su familia a Oregon, donde la ley le permitía que se le proveyese de fármacos que terminaría con su vida sin causarle dolor.
A pesar de la reacción contraria a la eutanasia y el derecho a la muerte digna de grupos conservadores y de la iglesia, Maynard reaccionó con dignidad y se marchó bajo el guión previsto para siempre. Su madre y su marido, tres testigos de la ONG, un médico, y la vida chorreando mil colores por todos los rincones del planeta. Por todo aquello que pudo ser y que no fue, Maynard consiguió irse asustada pero firme en dignidad y ejemplo, como tantas y tantas otras personas que diariamente se ven abocadas a elegir el peor de los destino, cuando irremediablemente tienen que, ellos mismos, apagar la luz.
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