DÍA MUNDIAL DEL ICTUS

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El ictus, también conocido como embolia o accidente cerebrovascular (ACV), es un conjunto de enfermedades que afectan a los vasos sanguíneos que suministran la sangre al cerebro. Es el equivalente a un infarto al corazón, pero en el cerebro.

Existen dos tipos de ictus: los hemorrágicos o hemorragias cerebrales, que se producen cuando una vena o arteria  se rompe;  y los isquémicos o infartos cerebrales, que ocurren cuando una arteria se obstruye por la presencia de un coágulo de sangre (este trombo se origina en el corazón y se desplaza hasta el cerebro, donde interrumpe el flujo sanguíneo).

El ictus provoca un daño cerebral que puede ser irreparable y dejar secuelas graves. Después de un ictus, sólo un tercio de los pacientes se recupera totalmente, otro tercio queda con secuelas y otro muere.  Los estudios señalan que uno de cada seis españoles puede llegar a sufrir un ictus. Por ello es muy importante su detección precoz, para suministrar un tratamiento adecuado.

El pasado 29 de octubre fue el Día Mundial del Ictus, por eso, desde QuéChic nos centramos en esta patología y queremos informaros de los síntomas que nos alertan de que estamos ante un posible ictus:

-Pérdida brusca de fuerza o sensación de hormigueo en la cara, brazo o pierna de un lado del cuerpo.

-Pérdida súbita de la visión parcial o total, en uno o ambos ojos.

-Alteración repentina del habla, dificultad para expresarse, para articular las palabras y que se nos entienda.

-Dolor intenso y repentino de cabeza sin causa aparente.

-Sensación de vértigo, inestabilidad, desequilibrio o incluso caídas, acompañadas de alguno de los síntomas anteriores.

Si se detecta alguno de estos indicios es fundamental actuar con celeridad y trasladar a quien lo padece al hospital de inmediato. Las primeras tres horas desde el inicio de los síntomas son clave, es durante ese periodo de tiempo cuando funciona el tratamiento actual para el ictus.

Por otra parte, prevenir el ictus es posible. Evidentemente, hay factores de riesgo como la edad o la genética ante los que poco o nada se puede hacer, pero existen otros como el tabaquismo, el consumo de alcohol o drogas, la hipertensión arterial, los niveles de colesterol elevados, la diabetes, la obesidad, la vida sedentaria…que sí se pueden modificar.

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Carmen Blue

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