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“Educar con co-razón”

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“Todo ser humano, hombre o mujer, tiene alguna experiencia de la maternidad porque en su útero, en su regazo, en su abrazo y en su entrega todos hemos sido acogidos o albergados en algún momento. Voy descubriendo que mi admiración y devoción por la mujer es, en realidad, una mirada de reconocimiento a lo humano a través de lo materno, desde lo femenino. No soy madre, pero soy hijo, es decir, parte o fruto de ella.

Ser madre es mucho más que traer hijos al mundo. Es ser vientre fértil para la vida, parir vida a cada instante, entregarse floreciendo, desgastarse dando frutos y ser cauce abierto para la vida en cada arteria, en cada respiración y en cada movimiento.

Ser madre es también devolver los hijos al mundo, a la vida, para que puedan recrearla y mejorarla desde la superación de nuestras trabas y limitaciones. En esa danza de propiciar la libertad de los hijos de los vientres y úteros emocionales e invisibles, los varones han de ejecutar y bailar los pasos y movimientos que le corresponden.

La maternidad es el espacio para la ternura, el tiempo de la entrega y el regalo de la presencia. Y todo esto, que florece y exhala su aroma en los pétalos de la mujer, también duerme como semilla en los surcos profundos de los corazones de los varones. Los hombres-madres son encarnaciones vivas de una integración amorosa de lo masculino y de lo femenino que nunca merma la función o rol de padre sino que la exalta, la dignifica y la coloca en su justo lugar.

El hombre maternal es más hombre, más padre, simplemente porque es más humano al dejarse fecundar por la simiente de lo femenino.

Gracias mujer porque sin ti ningún hombre, ningún padre sería posible.”

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